Cuba, una operación combinada de Gómez y Maceo
Cuba, una operación combinada de Gómez y Maceo
Cuba, una operación combinada de Gómez y Maceo
02 de enero de 2018, 01:34Por Rafael de la Morena*
La Habana (PL) En enero de 1896 la Invasión de Gómez y Maceo se dirigía hacia el extremo occidental de la Isla, pero grandes contingentes hispanos se concentraron para cerrarles el paso, y entonces el General en Jefe ideó y ejecutó una de sus más brillantes maniobras.
La Habana (PL) En enero de 1896 la Invasión de Gómez y Maceo se dirigía hacia el extremo occidental de la Isla, pero grandes contingentes hispanos se concentraron para cerrarles el paso, y entonces el General en Jefe ideó y ejecutó una de sus más brillantes maniobras.
El día 6 de enero, la columna invasora acampó en el ingenio Baracoa, a escasas millas de la urbe capitalina. Analizada la situación bélica, Gómez determinó dividir las fuerzas cubanas en dos secciones, una, comandada por el Lugarteniente Antonio Maceo, continuaría hasta los confines de la Isla, la otra, con el Generalísimo, permanecería en La Habana, 'cuidándole la puerta a Maceo'.
De esta manera obligaban a los españoles a dividir sus fuerzas, lo cual daba la posibilidad a los patriotas para desgastar las unidades enemigas por separado. A la vez se crearían bases en el centro y sur de La Habana y Matanzas, para desarrollar una prolongada guerra en el occidente.
Formadas las tropas invasoras en las afueras del batey de Baracoa, fueron repartidas entre los dos caudillos libertadores: dos mil 300 hombres al mando de Máximo Gómez y mil 560 al de Antonio Maceo. A este último debían apoyarlo los mambises pinareños y las avanzadas que ya estaban en Pinar del Río a las órdenes Antonio Núñez y Roberto Bermúdez.
El 7 de enero de 1896, separadas las dos columnas, Maceo exploraba la ruta hacia vuelta abajo y simulaba una ofensiva hacia Marianao. Luego se batió con un batallón que lo persiguió hasta cerca del ingenio Santa Lucía, propiedad del veterano Perfecto Lacoste, quien le informó: 'General, dicen los autonomistas que si usted pasa el estrecho de Mariel, será más grande que Aníbal'. Maceo sonrió a su amigo y aseguró: 'déme usted mañana por situado en Pinar del Río'.
Mientras Maceo entraba a marchas forzadas por la campiña del Mariel, Gómez se dirigió al sudoeste del territorio habanero; la tea incendiaria señalaba su paso demoledor a los miles de soldados enemigos que pretendían cercarlo, pero nunca pudieron copar al que Martínez Campos, el jefe ibero, llamó 'el primer guerrillero de América': La 'Campaña Lanzadera' había comenzado.
La táctica del General en Jefe era una serie de marchas y contramarchas de norte a sur y de este a oeste, con el experimentado teniente coronel Vicente Núñez como práctico, para atraer y agotar a los 40 mil adversarios que lo perseguían sin tregua, pensando en aniquilar a su viejo y tenaz enemigo, en un terreno de operaciones militares adverso a las tradicionales acciones mambisas.
El nuevo escenario de lucha era diferente al del centro y el oriente de la isla; el sur habanero es un territorio de apenas entre 60 y 40 kilómetros de anchura de norte sur, predominantemente llano, con abundante presencia de cercas de piedra que perjudican las acciones de la caballería, numerosas vías férreas, calzadas entre los múltiples poblados, en su mayoría bien guarnecidos, y la disponibilidad del servicio de telégrafos y teléfonos para el aviso de las huestes ibéricas.
Gómez compensó las desventajas del terreno con una extraordinaria movilidad que lo llevó a tomar Ceiba del Agua el 7 de enero. Los días 8, 9 y 10 incursionó en Alquízar, Güira de Melena, Batabanó,y Quivicán. Cerca de este pueblo combatió en el ingenio Mi Rosa. En su actividad destruyó ferrocarriles, rompió las cercas de piedra, batió avanzadas españolas y reclutó patriotas.
Su trayectoria diseñó trazos de diferentes formas, durante los días 12, 13, 14 y 15; cambió constantemente de dirección, tomó la Salud, atravisó Bejucal hacia el noreste, luego contramarchó al suroeste y llegó a San Antonio de los Baños, allí modificó el rumbo al sur y acampó en Alquízar. Las noticias que recibía de Maceo eran excelentes: el plan de operaciones se cumplía a cabalidad.
El Titán de Bronce por su parte había tomado Cabañas el 9 de enero, sobre la marcha en los días siguientes ocupó San Diego de Núñez, Bahía Honda y las Pozas. El 16 realizó un desfile de sus tropas a la vista de la capital vueltabajera y el 17 venció en la batalla de las Taironas.
Gómez, incansable, se lanzó el 17 a una semana de sistemáticos movimientos para enfrentar las fuerzas y medios acumulados por un adversario que nunca pudo descifrar la zigzagueante táctica del Viejo, que con este vaivén guerrillero los distraía con amagos de atacar La Habana, y mantenía en zozobra constante al Estado Mayor colonial. En una profética carta a Martínez Campos, le expresa que es el momento de conceder la Independencia a Cuba, lo cual sería noble y oportuno, '...de lo contrario, fuego y sangre es lo que manda el decoro y el honor !Eso haremos!'
El Generalísimo, a la vez, organizaba la división habanera: ordenó al capitán Juan Delgado que estableciera la guerrilla de Santiago de las Vegas, al coronel Adolfo del Castillo lo envió al sureste a Melena del sur, al brigadier Juan Masó Parra lo situó en la zona de Batabanó y un subordinado de Maceo, el alférez Baldomero Acosta, pasó a combatir en el área de Bauta y el noroeste habanero.
En los campos del ingenio San Agustín, término municipal de Melena, se batieron con una columna del general Suárez Valdés, y la acción quedó indecisa por la extrema falta de parque mambisa, pero el enemigo retrocedió a Batabanó, y Gómez acampó el 25 de enero en el hermoso central San Antonio, del Marqués de Dávalos, donde los cubanos hacieron gala de disciplina y caballerosidad.
De nuevo al noroeste entraron en Caimito, luego visitaron al amigo y agente revolucionario Perfecto Lacoste, en el conocido ingenio Santa Lucía, y aquel les confirmó la noticia de la llegada triunfal de Maceo a Mantua. Los corresponsales de guerra norteamericanos de los periódicos The World y Herald que acompañaban a Gómez, se informaron también de los hechos y los transmitieron a su país.
La columna pasó a territorio pinareño y, maniobrando entre las dos provincias, libraron dos combates el 29, en los ingenios Durañona y Cañas, con tropas del jefe de operaciones peninsular Sabas Marín.Gómez. Indetenible, llegó a acampar cerca de Alquízar. Allí recibió una buena nueva del brigadier Pedro Díaz, quien en un tren capturó 27 mil balas calibre 43, las que más necesitaban los mambises.
En febrero mantuvieron la misma táctica, esperaron el retorno de Maceo; en medio del accionar recibieron una comisión con correspondencia de Oriente, traída por el brigadier Mariano Torres, escoltado por los escuadrones de Néstor Aranguren y Rafael de Cárdenas, los que ivan a operar en La Habana, a las órdenes del Mayor General José María Aguirre, nombrado por Gómez jefe del territorio.
Con el devenir de los días, el Cuartel General del Ejército Libertador, en el ingenio Portugalete, recibió nuevas unidades de efectivos habaneros, como los regimientos del coronel José González Calunga y el teniente coronel JoséMaría Cuervo, y también la guerrilla del capitán Lino Mirabal.
El 19 de febrero, Bernabé Boza, jefe de la escolta de Gómez, avistó la columna de Maceo, y el ansiado encuentro con el Lugarteniente se produce en Soto, cerca de San José, con emoción en los rostros de los veteranos y lágrimas en los ojos de los adalides al abrazarse delante de las tropas. El Titán de Bronce regresaba victorioso luego de completar la hazaña invasora. Toda Cuba estaba ya en pie de guerra, con paciencia, valor y tenacidad, se avanzaba por el sendero de la redención nacional.
Juntos protagonizaron los últimos compases de la campaña. La Lanzadera combatió en Moralitos y El Gato. En los ingenios Conchita y Nueva Paz conferenciaron los paladines del Ejército Libertador, y trazaron planes y confirieron ascensos. La iniciativa estratégica estaba en su poder.
La Campaña Lanzadera es una de esas maravillas que el Generalísimo Máximo Gómez Báez legó a la Historia de Cuba y Universal, en un terreno adverso. Durante 45 días, desenvolvió con maestría su arte militar, burló y batió a un enemigo implacable y cumplió los objetivos de aliviar la presión sobre la columna de Maceo que iba hacia Mantua, mantener amenazada a la capital e incorporar nuevas fuerzas a la lucha emancipadora, lo que elevó la moral combativa del Ejército Libertador y la confianza en que la victoria final era solo cuestión de tiempo.
* Colaborador de Prensa Latina.
Em/rdm
De esta manera obligaban a los españoles a dividir sus fuerzas, lo cual daba la posibilidad a los patriotas para desgastar las unidades enemigas por separado. A la vez se crearían bases en el centro y sur de La Habana y Matanzas, para desarrollar una prolongada guerra en el occidente.
Formadas las tropas invasoras en las afueras del batey de Baracoa, fueron repartidas entre los dos caudillos libertadores: dos mil 300 hombres al mando de Máximo Gómez y mil 560 al de Antonio Maceo. A este último debían apoyarlo los mambises pinareños y las avanzadas que ya estaban en Pinar del Río a las órdenes Antonio Núñez y Roberto Bermúdez.
El 7 de enero de 1896, separadas las dos columnas, Maceo exploraba la ruta hacia vuelta abajo y simulaba una ofensiva hacia Marianao. Luego se batió con un batallón que lo persiguió hasta cerca del ingenio Santa Lucía, propiedad del veterano Perfecto Lacoste, quien le informó: 'General, dicen los autonomistas que si usted pasa el estrecho de Mariel, será más grande que Aníbal'. Maceo sonrió a su amigo y aseguró: 'déme usted mañana por situado en Pinar del Río'.
Mientras Maceo entraba a marchas forzadas por la campiña del Mariel, Gómez se dirigió al sudoeste del territorio habanero; la tea incendiaria señalaba su paso demoledor a los miles de soldados enemigos que pretendían cercarlo, pero nunca pudieron copar al que Martínez Campos, el jefe ibero, llamó 'el primer guerrillero de América': La 'Campaña Lanzadera' había comenzado.
La táctica del General en Jefe era una serie de marchas y contramarchas de norte a sur y de este a oeste, con el experimentado teniente coronel Vicente Núñez como práctico, para atraer y agotar a los 40 mil adversarios que lo perseguían sin tregua, pensando en aniquilar a su viejo y tenaz enemigo, en un terreno de operaciones militares adverso a las tradicionales acciones mambisas.
El nuevo escenario de lucha era diferente al del centro y el oriente de la isla; el sur habanero es un territorio de apenas entre 60 y 40 kilómetros de anchura de norte sur, predominantemente llano, con abundante presencia de cercas de piedra que perjudican las acciones de la caballería, numerosas vías férreas, calzadas entre los múltiples poblados, en su mayoría bien guarnecidos, y la disponibilidad del servicio de telégrafos y teléfonos para el aviso de las huestes ibéricas.
Gómez compensó las desventajas del terreno con una extraordinaria movilidad que lo llevó a tomar Ceiba del Agua el 7 de enero. Los días 8, 9 y 10 incursionó en Alquízar, Güira de Melena, Batabanó,y Quivicán. Cerca de este pueblo combatió en el ingenio Mi Rosa. En su actividad destruyó ferrocarriles, rompió las cercas de piedra, batió avanzadas españolas y reclutó patriotas.
Su trayectoria diseñó trazos de diferentes formas, durante los días 12, 13, 14 y 15; cambió constantemente de dirección, tomó la Salud, atravisó Bejucal hacia el noreste, luego contramarchó al suroeste y llegó a San Antonio de los Baños, allí modificó el rumbo al sur y acampó en Alquízar. Las noticias que recibía de Maceo eran excelentes: el plan de operaciones se cumplía a cabalidad.
El Titán de Bronce por su parte había tomado Cabañas el 9 de enero, sobre la marcha en los días siguientes ocupó San Diego de Núñez, Bahía Honda y las Pozas. El 16 realizó un desfile de sus tropas a la vista de la capital vueltabajera y el 17 venció en la batalla de las Taironas.
Gómez, incansable, se lanzó el 17 a una semana de sistemáticos movimientos para enfrentar las fuerzas y medios acumulados por un adversario que nunca pudo descifrar la zigzagueante táctica del Viejo, que con este vaivén guerrillero los distraía con amagos de atacar La Habana, y mantenía en zozobra constante al Estado Mayor colonial. En una profética carta a Martínez Campos, le expresa que es el momento de conceder la Independencia a Cuba, lo cual sería noble y oportuno, '...de lo contrario, fuego y sangre es lo que manda el decoro y el honor !Eso haremos!'
El Generalísimo, a la vez, organizaba la división habanera: ordenó al capitán Juan Delgado que estableciera la guerrilla de Santiago de las Vegas, al coronel Adolfo del Castillo lo envió al sureste a Melena del sur, al brigadier Juan Masó Parra lo situó en la zona de Batabanó y un subordinado de Maceo, el alférez Baldomero Acosta, pasó a combatir en el área de Bauta y el noroeste habanero.
En los campos del ingenio San Agustín, término municipal de Melena, se batieron con una columna del general Suárez Valdés, y la acción quedó indecisa por la extrema falta de parque mambisa, pero el enemigo retrocedió a Batabanó, y Gómez acampó el 25 de enero en el hermoso central San Antonio, del Marqués de Dávalos, donde los cubanos hacieron gala de disciplina y caballerosidad.
De nuevo al noroeste entraron en Caimito, luego visitaron al amigo y agente revolucionario Perfecto Lacoste, en el conocido ingenio Santa Lucía, y aquel les confirmó la noticia de la llegada triunfal de Maceo a Mantua. Los corresponsales de guerra norteamericanos de los periódicos The World y Herald que acompañaban a Gómez, se informaron también de los hechos y los transmitieron a su país.
La columna pasó a territorio pinareño y, maniobrando entre las dos provincias, libraron dos combates el 29, en los ingenios Durañona y Cañas, con tropas del jefe de operaciones peninsular Sabas Marín.Gómez. Indetenible, llegó a acampar cerca de Alquízar. Allí recibió una buena nueva del brigadier Pedro Díaz, quien en un tren capturó 27 mil balas calibre 43, las que más necesitaban los mambises.
En febrero mantuvieron la misma táctica, esperaron el retorno de Maceo; en medio del accionar recibieron una comisión con correspondencia de Oriente, traída por el brigadier Mariano Torres, escoltado por los escuadrones de Néstor Aranguren y Rafael de Cárdenas, los que ivan a operar en La Habana, a las órdenes del Mayor General José María Aguirre, nombrado por Gómez jefe del territorio.
Con el devenir de los días, el Cuartel General del Ejército Libertador, en el ingenio Portugalete, recibió nuevas unidades de efectivos habaneros, como los regimientos del coronel José González Calunga y el teniente coronel JoséMaría Cuervo, y también la guerrilla del capitán Lino Mirabal.
El 19 de febrero, Bernabé Boza, jefe de la escolta de Gómez, avistó la columna de Maceo, y el ansiado encuentro con el Lugarteniente se produce en Soto, cerca de San José, con emoción en los rostros de los veteranos y lágrimas en los ojos de los adalides al abrazarse delante de las tropas. El Titán de Bronce regresaba victorioso luego de completar la hazaña invasora. Toda Cuba estaba ya en pie de guerra, con paciencia, valor y tenacidad, se avanzaba por el sendero de la redención nacional.
Juntos protagonizaron los últimos compases de la campaña. La Lanzadera combatió en Moralitos y El Gato. En los ingenios Conchita y Nueva Paz conferenciaron los paladines del Ejército Libertador, y trazaron planes y confirieron ascensos. La iniciativa estratégica estaba en su poder.
La Campaña Lanzadera es una de esas maravillas que el Generalísimo Máximo Gómez Báez legó a la Historia de Cuba y Universal, en un terreno adverso. Durante 45 días, desenvolvió con maestría su arte militar, burló y batió a un enemigo implacable y cumplió los objetivos de aliviar la presión sobre la columna de Maceo que iba hacia Mantua, mantener amenazada a la capital e incorporar nuevas fuerzas a la lucha emancipadora, lo que elevó la moral combativa del Ejército Libertador y la confianza en que la victoria final era solo cuestión de tiempo.
* Colaborador de Prensa Latina.
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02 de enero de 2018, 01:34Por Rafael de la Morena*
La Habana (PL) En enero de 1896 la Invasión de Gómez y Maceo se dirigía hacia el extremo occidental de la Isla, pero grandes contingentes hispanos se concentraron para cerrarles el paso, y entonces el General en Jefe ideó y ejecutó una de sus más brillantes maniobras.
El día 6 de enero, la columna invasora acampó en el ingenio Baracoa, a escasas millas de la urbe capitalina. Analizada la situación bélica, Gómez determinó dividir las fuerzas cubanas en dos secciones, una, comandada por el Lugarteniente Antonio Maceo, continuaría hasta los confines de la Isla, la otra, con el Generalísimo, permanecería en La Habana, 'cuidándole la puerta a Maceo'.
De esta manera obligaban a los españoles a dividir sus fuerzas, lo cual daba la posibilidad a los patriotas para desgastar las unidades enemigas por separado. A la vez se crearían bases en el centro y sur de La Habana y Matanzas, para desarrollar una prolongada guerra en el occidente.
Formadas las tropas invasoras en las afueras del batey de Baracoa, fueron repartidas entre los dos caudillos libertadores: dos mil 300 hombres al mando de Máximo Gómez y mil 560 al de Antonio Maceo. A este último debían apoyarlo los mambises pinareños y las avanzadas que ya estaban en Pinar del Río a las órdenes Antonio Núñez y Roberto Bermúdez.
El 7 de enero de 1896, separadas las dos columnas, Maceo exploraba la ruta hacia vuelta abajo y simulaba una ofensiva hacia Marianao. Luego se batió con un batallón que lo persiguió hasta cerca del ingenio Santa Lucía, propiedad del veterano Perfecto Lacoste, quien le informó: 'General, dicen los autonomistas que si usted pasa el estrecho de Mariel, será más grande que Aníbal'. Maceo sonrió a su amigo y aseguró: 'déme usted mañana por situado en Pinar del Río'.
Mientras Maceo entraba a marchas forzadas por la campiña del Mariel, Gómez se dirigió al sudoeste del territorio habanero; la tea incendiaria señalaba su paso demoledor a los miles de soldados enemigos que pretendían cercarlo, pero nunca pudieron copar al que Martínez Campos, el jefe ibero, llamó 'el primer guerrillero de América': La 'Campaña Lanzadera' había comenzado.
La táctica del General en Jefe era una serie de marchas y contramarchas de norte a sur y de este a oeste, con el experimentado teniente coronel Vicente Núñez como práctico, para atraer y agotar a los 40 mil adversarios que lo perseguían sin tregua, pensando en aniquilar a su viejo y tenaz enemigo, en un terreno de operaciones militares adverso a las tradicionales acciones mambisas.
El nuevo escenario de lucha era diferente al del centro y el oriente de la isla; el sur habanero es un territorio de apenas entre 60 y 40 kilómetros de anchura de norte sur, predominantemente llano, con abundante presencia de cercas de piedra que perjudican las acciones de la caballería, numerosas vías férreas, calzadas entre los múltiples poblados, en su mayoría bien guarnecidos, y la disponibilidad del servicio de telégrafos y teléfonos para el aviso de las huestes ibéricas.
Gómez compensó las desventajas del terreno con una extraordinaria movilidad que lo llevó a tomar Ceiba del Agua el 7 de enero. Los días 8, 9 y 10 incursionó en Alquízar, Güira de Melena, Batabanó,y Quivicán. Cerca de este pueblo combatió en el ingenio Mi Rosa. En su actividad destruyó ferrocarriles, rompió las cercas de piedra, batió avanzadas españolas y reclutó patriotas.
Su trayectoria diseñó trazos de diferentes formas, durante los días 12, 13, 14 y 15; cambió constantemente de dirección, tomó la Salud, atravisó Bejucal hacia el noreste, luego contramarchó al suroeste y llegó a San Antonio de los Baños, allí modificó el rumbo al sur y acampó en Alquízar. Las noticias que recibía de Maceo eran excelentes: el plan de operaciones se cumplía a cabalidad.
El Titán de Bronce por su parte había tomado Cabañas el 9 de enero, sobre la marcha en los días siguientes ocupó San Diego de Núñez, Bahía Honda y las Pozas. El 16 realizó un desfile de sus tropas a la vista de la capital vueltabajera y el 17 venció en la batalla de las Taironas.
Gómez, incansable, se lanzó el 17 a una semana de sistemáticos movimientos para enfrentar las fuerzas y medios acumulados por un adversario que nunca pudo descifrar la zigzagueante táctica del Viejo, que con este vaivén guerrillero los distraía con amagos de atacar La Habana, y mantenía en zozobra constante al Estado Mayor colonial. En una profética carta a Martínez Campos, le expresa que es el momento de conceder la Independencia a Cuba, lo cual sería noble y oportuno, '...de lo contrario, fuego y sangre es lo que manda el decoro y el honor !Eso haremos!'
El Generalísimo, a la vez, organizaba la división habanera: ordenó al capitán Juan Delgado que estableciera la guerrilla de Santiago de las Vegas, al coronel Adolfo del Castillo lo envió al sureste a Melena del sur, al brigadier Juan Masó Parra lo situó en la zona de Batabanó y un subordinado de Maceo, el alférez Baldomero Acosta, pasó a combatir en el área de Bauta y el noroeste habanero.
En los campos del ingenio San Agustín, término municipal de Melena, se batieron con una columna del general Suárez Valdés, y la acción quedó indecisa por la extrema falta de parque mambisa, pero el enemigo retrocedió a Batabanó, y Gómez acampó el 25 de enero en el hermoso central San Antonio, del Marqués de Dávalos, donde los cubanos hacieron gala de disciplina y caballerosidad.
De nuevo al noroeste entraron en Caimito, luego visitaron al amigo y agente revolucionario Perfecto Lacoste, en el conocido ingenio Santa Lucía, y aquel les confirmó la noticia de la llegada triunfal de Maceo a Mantua. Los corresponsales de guerra norteamericanos de los periódicos The World y Herald que acompañaban a Gómez, se informaron también de los hechos y los transmitieron a su país.
La columna pasó a territorio pinareño y, maniobrando entre las dos provincias, libraron dos combates el 29, en los ingenios Durañona y Cañas, con tropas del jefe de operaciones peninsular Sabas Marín.Gómez. Indetenible, llegó a acampar cerca de Alquízar. Allí recibió una buena nueva del brigadier Pedro Díaz, quien en un tren capturó 27 mil balas calibre 43, las que más necesitaban los mambises.
En febrero mantuvieron la misma táctica, esperaron el retorno de Maceo; en medio del accionar recibieron una comisión con correspondencia de Oriente, traída por el brigadier Mariano Torres, escoltado por los escuadrones de Néstor Aranguren y Rafael de Cárdenas, los que ivan a operar en La Habana, a las órdenes del Mayor General José María Aguirre, nombrado por Gómez jefe del territorio.
Con el devenir de los días, el Cuartel General del Ejército Libertador, en el ingenio Portugalete, recibió nuevas unidades de efectivos habaneros, como los regimientos del coronel José González Calunga y el teniente coronel JoséMaría Cuervo, y también la guerrilla del capitán Lino Mirabal.
El 19 de febrero, Bernabé Boza, jefe de la escolta de Gómez, avistó la columna de Maceo, y el ansiado encuentro con el Lugarteniente se produce en Soto, cerca de San José, con emoción en los rostros de los veteranos y lágrimas en los ojos de los adalides al abrazarse delante de las tropas. El Titán de Bronce regresaba victorioso luego de completar la hazaña invasora. Toda Cuba estaba ya en pie de guerra, con paciencia, valor y tenacidad, se avanzaba por el sendero de la redención nacional.
Juntos protagonizaron los últimos compases de la campaña. La Lanzadera combatió en Moralitos y El Gato. En los ingenios Conchita y Nueva Paz conferenciaron los paladines del Ejército Libertador, y trazaron planes y confirieron ascensos. La iniciativa estratégica estaba en su poder.
La Campaña Lanzadera es una de esas maravillas que el Generalísimo Máximo Gómez Báez legó a la Historia de Cuba y Universal, en un terreno adverso. Durante 45 días, desenvolvió con maestría su arte militar, burló y batió a un enemigo implacable y cumplió los objetivos de aliviar la presión sobre la columna de Maceo que iba hacia Mantua, mantener amenazada a la capital e incorporar nuevas fuerzas a la lucha emancipadora, lo que elevó la moral combativa del Ejército Libertador y la confianza en que la victoria final era solo cuestión de tiempo.
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