Fue ese el primer pensamiento que vino a mi cabeza cuando conversé con la doctora Lisset Ley, Cardiopediatra del Hospital Universitario ‘José Luis Miranda’ de la central provincia de Cuba, Villa Clara.
La entrevista tenía como objetivo hablar de las secuelas cardiovasculares que deja en los niños la Covid-19, pero las conversaciones extendidas por Whastapp y las llamadas telefónicas para aclarar dudas médicas, convirtieron una relación de trabajo en una hermosa amistad.
Una de las líderes del estudio realizado a 61 infantes cubanos que desarrollaron esas afecciones; hace más de 20 años, se dedica a diagnosticar cada fallo en los corazones de los pequeños desde el instante en el cual le avisa al mundo de su llegada y de su enlace eterno con la madre.
Incluso sigue cada pálpito de las embarazadas. Tiene pacientes que la llaman Mamá, la invitan a sus cumpleaños y la quieren más que si tuvieran lazos de consanguineidad.
En una de las llamadas me contó sobre Melany, una pequeña de siete años a quien le detectó cardiopatía congénita y, además, el síndrome de DiGeorge.
La afección, descrita en 1968 por el pediatra y endocrinólogo norteamericano Ángelo DiGeorge, determinó que todo el cuadro clínico aparece por una escasa maduración o nula de los linfocitos T por parte del timo. Se estima que afecta a uno de cada cuatro mil recién nacidos en el mundo.
Entre los rasgos físicos de los afectados aparecen la implantación baja de las orejas, la mandíbula pequeña y el paladar hendido; así como patologías asociadas al hipoparatiroidismo e hipocalcemia y cardiopatías congénitas. Carece de cura.
Melany es para la doctora Lisset Ley como una segunda hija, a la cual ha atendido durante toda su vida, cinco años de los cuales, la niña estuvo hospitalizada.
Con 49 años, 25 de ellos dedicados a la medicina, la experta tiene un master en atención integral al niño, es profesora auxiliar de Universidad Ciencias Médicas de Villa Clara, además de especialista de I y II grado en pediatría, y II en cardiología.
Quizás hoy, cuando llegue a la sala de su hospital, la estén esperando decenas de flores y mensajes en su teléfono para saludarla por el Día Internacional de la Mujer.
Por mi parte, solo puedo hacer este pequeño texto describiendo la admiración por las féminas que, como ella, saben dar su corazón a cambio de escuchar otros latir y crecer.
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