Como parte de su proyecto defensivo de la soberanía política de nuestras tierras, el cubano protagonizó las acciones para impedir el control financiero desde el Norte durante su desempeño como representante de Uruguay en la Conferencia Monetaria Internacional Americana, convocada por iniciativa del Gobierno norteño.
Fue acertada la decisión del país sudamericano, muy probablemente conocedor de las denuncias martianas en la prensa acerca de los designios expansionistas estadounidenses durante la convención anterior, realizada en 1890.
El cónclave se efectuó en Washington entre enero y abril de 1891. Martí no pudo asistir a la inauguración el 7 del primer mes del año pues, sospechosamente, no le había llegado la acreditación necesaria, solicitada por él día antes al Departamento de Estado norteamericano.
Gracias a la gestión del embajador de México, electo presidente de la reunión, ya pudo participar en las seis sesiones siguientes.
La significativa actuación en el encuentro monetario de quien era entonces el cónsul de Uruguay en Nueva York, se demuestra con los datos que se relacionan a continuación: de los diecinueve delegados, él ocupó el diez por ciento de las intervenciones totales, a pesar de que dos de ellas fueron omitidas en las actas; se erigió en el segundo delegado en cantidad de usos de la palabra con la que expresó la 990 cuarta parte de las opiniones sobre las proposiciones formuladas; y resultó aprobado para integrar tres de las cinco comisiones que trabajaron durante el encuentro, incluida la encargada de la redacción del informe final, cuya escritura estuvo directamente a su cargo.
Además, Martí intervino en la quinta sesión, el 30 de marzo, para oponerse a la propuesta de los delegados de Estados Unidos de celebrar una conferencia monetaria ‘de todas las potencias del mundo’, y adujo que tal encuentro debería ser ‘de todos los pueblos trabajadores del globo’, con ‘la asistencia a ella de todas las repúblicas, y subrayó que ‘es de justicia rudimentaria, el principio de someter a todos los pueblos del Universo la proposición de forjar las substancias y proposiciones de la monedas en que han de comerciar los pueblos todos’. Nada, pues, de encuentro exclusivo entre las potencias, las que ya se repartían el resto del mundo.
En consecuencia, la séptima sesión, el 3 de abril, aprobó por unanimidad el deseo de celebrar en otro momento una reunión para uniformar el sistema monetario continental.
Tal encuentro nunca se llevó a cabo, a pesar del dominio alcanzado por el dólar estadounidense a lo largo del siglo XX y de que en varios Estados del continente es moneda que circula. Así, la Conferencia fue un fracaso total del objetivo norteamericano de instaurar una moneda común para todo el continente.
Martí no concurrió a la última sesión, de carácter protocolar, pues retornó a Nueva York, donde múltiples ocupaciones habituales esperaban por su presencia.
Ya había cumplido su misión en la batalla diplomática: cerrar el paso al control económico del vecino del norte sobre Nuestra América a través de la moneda única y conseguir el apoyo del conjunto de Gobiernos de la región para no admitir siquiera que el pequeño grupo de países poderosos se uniera con el fin de imponer su estrategia mercantil a todas las naciones. Así llevó a la práctica su postura antimperialista y demostró que era posible la concertación defensiva de los pueblos latinoamericanos.
jpm /ppr
(Tomado de Cuba Internacional 472)