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ESCÁNER: Francia y el virus que lo cambió todo (+Fotos)

París, (Prensa Latina) La situación en Francia era ya tensa a principios del año, con protestas populares extendidas al sector de la salud, sin que nadie imaginase que un virus alteraría el curso de una de las potencias mundiales.

Las primeras noticias sobre la enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2 sonaron en enero, cuando decenas de miles de personas salían a las calles del país para rechazar la reforma al sistema de jubilación y muchos profesionales de la salud demandaban al gobierno medidas concretas de rescate del hospital público.

En ocasiones, la huelga del transporte convocada por sindicalistas y otras restricciones vinculadas al convulso panorama social complicaban la llegada a cualquier lugar, sin que fuese posible imaginar que quedarse en casa comenzaría unas semanas después a ser parte de la nueva realidad.

La Covid-19 ya ocupaba titulares, pero Francia estaba a salvo por el momento, y el 23 de enero la entonces ministra de Salud, Agnès Buzyn, despejaba temores al asegurar que el patógeno no circulaba en suelo galo.

No por mucho tiempo. Al otro día la propia funcionaria tuvo que confirmar la detección de los dos primeros casos en Francia y Europa, uno en la suroccidental ciudad de Burdeos y otro en París.

La pesadilla apenas se iniciaba, aunque lejos de sospecharse que casi 11 meses después la cifra de contagios superaría los dos millones 300 mil y los decesos rondarían los 60 mil, una de las naciones más golpeadas por la enfermedad, declarada pandemia el 11 de marzo por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El seguimiento a los contactos y la repatriación de ciudadanos franceses que se encontraban en China atrajeron la atención mediática en compases marcados por las primeras altas médicas el 12 de febrero, una pareja de treintañeros chinos, y el primer fallecido, un octogenario turista de la propia nacionalidad.

La víctima fatal resultó la primera en el viejo continente y apenas la cuarta fuera del gigante asiático, que lamentaba por entonces más de mil 650 muertes y casi 69 mil contagios.

EL GOLPE INESPERADO

Tras la llegada del coronavirus SARS-CoV-2 a Francia, los acontecimientos se produjeron de manera vertiginosa, y ya el 12 de marzo el presidente Emmanuel Macron anunciaba las primeras medidas para tratar de frenar el avance de la enfermedad, con el cierre de los centros de enseñanza de todos los niveles hasta nueva orden.

Fue esa la primera de sus varias comparecencias televisivas, seguida dos días después por la del entonces primer ministro, Edouard Philippe, para declarar la fase de epidemia nacional y ordenar el cierre de los comercios y servicios no esenciales.

La Covid-19 era ya indetenible, obligando a Macron a retornar ante las cámaras para establecer a partir del 17 de marzo el confinamiento general de la población, el teletrabajo como prioridad y el cierre por 30 días de las fronteras fuera del espacio Schengen.

Las largas filas en los mercados y la escasez de algunos productos y alimentos, como papel sanitario, enlatados y pastas, generaron inquietud y malestar en todo el país.

Mientras París parecía que dejaba de ser la Ciudad de la Luz, sin el encanto de sus bistrós, museos y monumentos, sin el hormiguero humano de los Campos Elíseos desiertos y sin los cruceros y las barcazas surcando las aguas del Sena.

El 11 de mayo terminó la primera cuarentena, pero la vida no volvió a ser la misma, y tras meses de incertidumbre, los temores generalizados se hicieron realidad, cuando a finales de octubre fue necesario otro cierre ante la segunda ola de contagios, una medida vigente hasta el 15 de diciembre, esta vez menos estricta.

Como siempre ocurre en tiempos de crisis, en algunos la parte egoísta salió a relucir y también la violenta, pero en la mayoría fue la solidaridad la que primó y la inquietud por el impacto de un brote que en Francia y en otras naciones golpeó con particular saña a los más vulnerables e incrementó las desigualdades.

HABLAN LOS FUNCIONARIOS

En declaraciones a Prensa Latina, la ministra delegada a cargo de la Ciudadanía, Marlène Schiappa, resumió en pocas palabras el impacto de la pandemia en la sociedad: “ha sido muy fuerte”.

Sus consecuencias nos obligan a estar en vigilancia permanente, explicó al referirse a las secuelas de las dos cuarentenas sufridas por los franceses.

Schiappa ilustró el desafío con el incremento de la violencia conyugal, un fenómeno que durante el confinamiento de la primavera disparó en un 42 por ciento las intervenciones de las fuerzas del orden en los domicilios.

En la segunda cuarentena vimos un aumento del 15 por ciento de las denuncias en nuestras plataformas, añadió la ex secretaria de Estado para la Igualdad de Género.

Respecto a las medidas adoptadas, destacó la creación de centros para acoger a mujeres en peligro, la disponibilidad de líneas de ayuda, entre ellas el número 3919 y la opción de enviar mensajes o acudir a las farmacias para realizar denuncias.

La pobreza y el desempleo constituyen flagelos agravados por la Covid-19, que el gobierno asegura enfrentar con un plan de recuperación valorado en 100 mil millones de euros, en medio de críticas de sindicatos, activistas de derechos humanos y organizaciones políticas progresistas.

Según diversas fuentes, la pobreza avanza, y en el contexto de la pandemia afecta a cerca de 11 millones de personas, una situación que el secretario nacional del Partido Comunista Francés (PCF), Fabien Roussel, aseveró carece de precedentes desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Resulta inquietante que un 45 por ciento de los beneficiados por las cajas de comida sean desconocidos para las organizaciones encargadas de la labor humanitaria, lamentó.

En entrevista con Prensa Latina, Roussel manifestó que el gobierno debería priorizar políticas que ayuden a lidiar con el desempleo y la pobreza, pero advirtió que sus acciones van en una dirección contraria.

Podría comenzar por impedir la deslocalización de fábricas, con miles de personas que pierden sus puestos cuando los dueños deciden mover sus empresas hacia otro país, en una postura inadmisible y desleal, que podemos considerarla una traición económica, denunció el diputado por el departamento de Norte.

De acuerdo con el líder comunista, la preservación de los empleos en Francia es clave para la recuperación y el crecimiento, ante la crisis desatada por el nuevo coronavirus.

También reclamamos al gobierno un plan contra la pobreza, la cual aumenta con la Covid-19 y sus consecuencias y con el confinamiento, con particular impacto en los jóvenes, dijo el parlamentario.

POLÉMICAS POR DOQUIER

Desde su impacto inicial en Francia, la enfermedad ocasionada por el coronavirus SARS-CoV-2 causó polémica, en un primer momento por la falta de mascarillas de protección y de pruebas de diagnóstico para asumir el despistaje masivo.

El gobierno aseguró en los primeros meses del brote que la máscara no era necesaria más allá de los contaminados y de los profesionales de la salud, pese a que científicos y expertos sugerían lo contrario.

En público, el director general de Salud, Jérome Salomon, y la entonces vocera presidencial, Sibeth Ndiaye, fueron de los encargados de restar valor al uso del nasobuco, esta última llegando incluso a bromear sobre el alegado hecho de no saber cómo ponérselo.

Las encuestas de la primavera mostraron el malestar de la población y la desconfianza mayoritaria en la gestión gubernamental frente a la pandemia, opinión guiada por la escasa disponibilidad de máscaras y exámenes.

No menos disputada resultó la cuestión de los tratamientos, en tiempos en los que la vacuna era una quimera y los científicos reconocían no saber mucho sobre el patógeno.

Fue así que un carismático infectólogo de Marsella, el profesor Didier Raoult, saltó a la palestra en Francia y el mundo con su defensa del medicamento antipalúdico Cloroquina para combatir la Covid-19.

Unos tomaron partido al lado del científico del Instituto Hospitalario Universitario de Marsella y de sus estudios con pacientes que –según los test- vencían el padecimiento en 10 días, pero otros criticaron su labor y lo acusaron de falta de rigor científico.

La OMS, investigadores de todo el mundo y hasta los presidentes Donald Trump y Emmanuel Macron, quien visitó a Raoult para conocer de cerca su trabajo, estuvieron de alguna forma involucrados en la polémica, que llevó al Alto Consejo de la Salud Pública a autorizar y luego desautorizar el empleo del fármaco.

“Yo no sé si la hidroxicloroquina mata en otro lugar, aquí en Marsella salva vidas», afirmó Raoult en respuesta a los abundantes detractores.

Lo cierto es que para la segunda ola de contagios de la pandemia, el debate sobre la cloroquina quedó en el olvido.

También interesantes resultaron en plena pandemia los reportes sobre el origen y la propagación de la Covid-19 en suelo galo, como el realizado por el profesor especialista en reanimación Yves Cohen, quien publicó el descubrimiento de un caso en diciembre de 2019, que convertía a un hombre de familia en el paciente más antiguo y potencial eslabón primario de la cadena de contaminación.

Otros investigadores aseveraron que el virus estaba ya presente desde noviembre y algunos alegaron que fueron los militares quienes introdujeron el nuevo coronavirus en Francia, hipótesis desmentida por el gobierno.

La rapidez con la que llegaron las vacunas de Pfizer y Moderna y las tradicionales ambiciones de las farmacéuticas de ganar mucho dinero con productos de uso médico explican que en las encuestas más de la mitad de los franceses descarten someterse al pinchazo “salvador”.

Para el presidente del Consejo Científico de Francia, Jean-François Delfraissy, resulta vital mantener durante los próximos meses la vigilancia y la distanciación social, en lo que llegan nuevas armas para luchar contra la pandemia.

A su juicio, las vacunas no impactarán en el primer trimestre de 2021 y lo harán muy poco en el segundo trimestre, por lo que el virus seguirá circulando en esos meses.

alb/wmr

*Corresponsal de Prensa Latina en Francia

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