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ESCÁNER: En Gaza seguimos respirando (+Fotos +Video)

El Cairo.- Con las llaves de la casa, la propiedad de sus bienes y la esperanza del retorno, la familia Rabah el-Rayes recorrió veinte kilómetros desde su pueblo natal, en el sur de Palestina, hasta la ciudad de Gaza.

Atrás quedaron proyectos de vida, higos, viñedos, trigo y la vajilla enterrada en el jardín, relató a Prensa Latina Wissam el-Rayes, descendiente de los protagonistas de esta historia que, como otros miles de palestinos, fueron desterrados durante la Nakba (catástrofe en árabe), que dio paso al Estado de Israel en 1948.

Era 1948 y en la aldea el-Magdal pocos tenían radio y las “noticias sobre judíos ocupando pueblos” corrían de voz en voz entre los residentes locales y los recién llegados que huían de las masacres en Deir Yassin y Yafa, recordó.

Debido a las historias, evocó, “surgió un estado de preocupación colectivo. Los hombres más jóvenes se armaron con palos, machetes, hachas, lo primero que encontraron para defender la aldea de pandillas sionistas asentadas a pocos kilómetros de la comunidad”.

Las tropas egipcias, quienes también llegaron a el-Magdal como parte de ese gran ejército árabe que acabaría con la amenaza israelí en poco tiempo, pidieron a las mujeres, los niños y los ancianos que abandonaran temporalmente la ciudad hasta pasado el peligro.

“Los aviones israelíes sobrevolaban bajo y los soldados amenazaban a todos a través de altavoces. Ustedes los palestinos tienen a los países árabes que son muchos y grandes, ahí pueden vivir, nosotros solo tenemos nuestra tierra prometida por Dios”, decían.

Ante el llamado las familias comenzaron a moverse ligeros de equipaje, y el  abuelo de Wissam envió a su esposa y a cinco de sus hijos en una camioneta colectiva hacia Gaza, mientras él y el hijo mayor caminaron a lo largo de la costa.

“Ellos me contaron que fueron duras horas de viaje, con el calor de mayo, sed, pocas provisiones. La gente se movía en camiones, sobre burros o caballos, cualquier medio de transporte era útil para huir y salvar sus vidas”, rememoró.

Aunque muchos palestinos prefirieron Egipto, Jordania, Líbano y Siria, la migración se produjo en su mayoría dentro del propio país. Algunos buscaron refugio en ciudades de la Ribera Occidental, entre las cuales destacan Nablus, Jenin, Ramala yTulkarm, o en la Franja de Gaza.

LA ACOGIDA EN GAZA

Con desgarro en su voz, el-Rayes contó que en aquellos primeros años después de la guerra, Gaza estuvo llena de refugiados perdidos, sin alojamiento ni alimentos.

“Durante meses, muchos vivieron de las limosnas, en casas de campaña instaladas por organizaciones humanitarias o en viviendas temporales”, apuntó.

Hoy ese enclave costero alberga 1,4 millones de refugiados palestinos, alrededor del 70 por ciento de su población total, distribuidos en ocho campamentos, según datos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo.

“Si las personas hubieran sabido que la salida sería definitiva jamás habrían abandonado sus tierras”, manifestó, y señaló que dos factores condicionantes de esa decisión fueron, por un lado, los atropellos sionistas, y por el otro, las promesas árabes de que en uno o dos meses “liberarían la Patria palestina”

Un cuñado de el-Rayes, de 74 años, pertenece a esa generación nacida en tierra ocupada por Israel y es uno de los pocos sobrevivientes de la Nakba.

Comentó que él viaja a Europa con frecuencia por trabajo y nunca pierde la oportunidad de hablar sobre la causa, o de sacar su pasaporte y demostrar que nació en Yafa, en aquel entonces parte de Palestina. “Repite y repite que él es más viejo que el Estado de Israel”, apuntó.

En un acto más cruel que humanitario, comentó, cuando concluyó la guerra de 1967 Tel Aviv permitió a los palestinos “visitar” sus lugares natales, ocupados ya por su propia población civil; algunos de los cuales quedaron completamente destruidos, pero el-Magdal siguió en pie.

“Mi abuela fue hasta la casa donde vivió el abuelo de mi abuelo. Al llegar, empujó la puerta sin tocar y entró. Le salió al paso una señora judía que al verla entró en pánico, abrazó a sus hijos y rogó que nos les hiciera daño. Tras calmarla, mi abuela le dijo que solo quería mirar, porque en cada ladrillo alrededor, estaban su vida y sus ahorros”.

Más de 70 años después, Israel niega a los palestinos el derecho a regresar y recuperar sus pertenencias, tanto a los que fueron expulsados en 1948 como luego de 1967.

CONTINÚA LA EXPANSIÓN DE ASENTAMIENTOS

Pese a la condena internacional y las Resoluciones adoptadas por las Naciones Unidas, Tel Aviv acentúa la expansión de sus asentamientos, la confiscación de nuevas propiedades y la demolición de estructuras palestinas en beneficio de sus colonos.

“La ocupación destruyó nuestra estructura social y económica. Mi abuelo siguió adelante en Gaza y aseguró el futuro de sus hijos, pero murió intentando recuperar su vida anterior. Añoraba la aldea, sus sembrados, las reuniones familiares nocturnas entre cuentos, comida y té”, describió con pesar.

Los Rabah el-Rayes se encuentran ahora dispersos por el mundo. Como otras familias de la diáspora no pueden reunirse todos durante el Eid Al-Fitr (festejos sagrados por el fin del Ramadán).

En la actualidad Internet deviene su principal forma de comunicación, pero antes del estallido de las redes sociales transcurrían meses, incluso años, sin saber los unos de los otros.

Parte de la familia reside en el barrio Al Remal de la Franja, uno de los lugares atacados recientemente por los misiles israelíes porque posee infraestructura vital para el enclave, así como las sedes de los medios de comunicación locales y extranjeros.

“Fueron unos días horribles, angustiosos, realmente no puedo describir el terror que vivieron allí. Una de las veces que hablé con mi cuñada le pregunté cómo estaban y ella respondió: seguimos respirando”.

jcd/lcp

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