Durante seis meses del año 1832, el también litógrafo radicó en esta nación y se nutrió de las nuevas tendencias orientalistas presentes en la pintura europea, en tanto aprovechó la invitación para reconocer su cultura, tradiciones y lugares.
Óleos, litografías, acuarelas, aguafuertes y objetos acumulados durante su estadía, conforman la selección de la muestra titulada Delacroix: Recuerdos de un viaje a Marruecos, la cual ilustra el punto de giro en la obra de Delacroix, tras esta experiencia.
En ese sentido, sus diarios recogen referencias como ‘estoy aturdido por completo. Soy en este momento un hombre que sueña y que ve cosas que teme se le vayan a escapar’, mientras misivas a amigos afirman la existencia de un mundo exuberante, que daría trabajo a ‘veinte generaciones de pintores’.
Como consecuencia de la visita destacan cuadros como Mujeres de Argel en sus habitaciones (1834), Ceremonia Nupcial judía en Marruecos (1837), Los convulsionarios de Tánger (1837-1838), La caza del león (1855), Odalisca (1857), Árabe ensillando su caballo (1855), La pelea de caballos árabes en una cuadra (1860), entre otros.
Más de 100 dibujos emergieron de este tour por Marruecos, así como una serie de notas y reflexiones, publicadas entre 1893 y 1895 en París, Francia, y que describen su evolución personal y artística.
La exposición combina ropa, instrumentos de música, botas, cartucheras, espadas, entre otros objetos, con lienzos tanto del artista como de otros exponentes de las artes plásticas que fueron influenciados por Delacroix, como Jean-Joseph Constant, Charles Camoin, Alfred Dehodencq y Henri Matisse.
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