Más de mil 300 deportistas de 37 países acudieron a esa urbe del estado sureño de California, donde compitieron encarnizadamente en medio de un buen clima y con el aliciente de la primera Villa construida para su alojamiento.
Una gran cantidad de récords mundiales y para los Juegos se establecieron entonces, entre ellos 16 en campo y pista donde sólo quedó incólume el de salto largo.
En los eventos atléticos para damas brilló la norteamericana Mildred ‘Babe’ Didrikson, de 17 años, quien llegó a Los Ángeles después de fijar marcas del orbe en 80 metros con vallas, jabalina y salto alto en las clasificatorias olímpicas de su país.
Didrikson ganó las dos primeras modalidades, mientras en el salto ocupó la segunda plaza pues, aunque concluyó empatada con su compatriota Jean Shiley, su estilo fue considerado ilegal.
Babe mejoró las marcas del orbe y olímpicas en las tres pruebas, igualada en el salto con su connacional.
El gran ausente fue Paavo Nurmi. Poco antes de empezar la cita, el Comité Olímpico Internacional (COI) notificó que al finés no se le permitió participar en su cuarta Olimpiada pues había recibido ‘demasiado’ dinero para gastos en una gira realizada en 1929 por Alemania y no sería considerado más un amateur.
Los tritones japoneses quebraron esta vez el dominio estadounidense en la natación al acaparar cinco de los seis títulos en juego, idéntica cifra a la lograda por las ondinas anfitrionas.
El estadounidense Glen Hardin, ocupante de la segunda plaza de los 400 metros con vallas, fue, sin embargo, el recordista olímpico y mundial en la final, al ser favorecido por las reglas vigentes entonces.
Hardin marcó 51,9 segundos por 51,7 el triunfador, el irlandés Robert Tisdall, pero su crono no fue homologado porque chocó con el último de los obstáculos.
El COI sacó a concurso las medallas para el evento ecuestre por equipos en el premio de las naciones, pero no tuvo más remedio que volver a guardarlas.
México, Estados Unidos y Suecia fueron los únicos países en presentar selecciones completas en esa competencia, mas todas fallaron en el empeño de completar el curso obligatorio con todos sus integrantes, por lo cual los tres lugares fueron declarados desiertos.
Takeichi Nishi tuvo el honor de darle a Japón su primer título en la disciplina al ganar esa prueba en el orden individual.
La alegría del argentino Alberto Lovell por haber ganado el oro en la categoría pesada del boxeo en Los Ángeles se trocó en tristeza 15 días después, al ser recibido en Buenos Aires con una orden de encarcelamiento.
Lovell participó en las protestas de su delegación antes, durante y después de los Juegos en contra de la actitud asumida por el jefe del equipo olímpico, calificada de dictatorial.
Duncan MacNaughton, un joven canadiense estudiante de la Universidad de California, era un buen especialista del salto alto en 1932 pero su pedido de competir por Estados Unidos en los Juegos fue denegado.
Entonces se dirigió a la asociación atlética de Canadá, la cual contestó que no estaba interesada. En un segundo intento pudo competir en el campeonato de su país, el cual ganó, pero tampoco fue incluido en el equipo olímpico.
Testarudo como era, MacNaughton insistió una y otra vez, hasta que al fin sus gestiones fructificaron. El canadiense quebró en Los Angeles el reinado absoluto de los estadounidenses en esta prueba desde Atenas 1896 y, de paso, implantó récord olímpico.
Stella Walsh, oriunda de Polonia pero residente en Cleveland, fue invitada a competir por Estados Unidos en estos Juegos, pero ella prefirió hacerlo por su tierra natal. Bajo su nombre original, Stanislawa Walasiewicz, ganó el oro en los 100 metros planos con récord mundial y olímpico de 11,9 segundos.
Su decisión le trajo tristes consecuencias pues en esa época estaba tramitando la ciudadanía norteamericana, cuya obtención normalmente podría demorar un año. Walsh tuvo que esperar hasta la década de 1950 para lograrla.
El estadounidense Eddie Tolan se convirtió en esta sede en el primer atleta negro en ganar una prueba de velocidad del atletismo olímpico. En esta ocasión alcanzó los títulos en 100 y 200 metros.
Un profesor británico, Tom Hampson, nunca había marcado tiempos sobresalientes en la distancia de las 880 yardas (establecida en su país), pero inesperadamente accedió a la final de los 800 metros en la X Olimpiada.
Allí ganó con récord del orbe y del evento de 1:49,8 minuto, primera vez que un corredor bajaba de 1:50,00 en la doble vuelta al óvalo.
Para los franceses, el gran misterio de esta versión fue si su connacional Jules Noel ganó o no el lanzamiento del disco.
Las estadísticas sitúan a Noel en la cuarta posición, pero muchos que atendían al concurso afirman que el galo hizo un envío mucho mejor al del triunfador de la prueba, John Anderson (EEUU).
Desgraciadamente, quienes no atendían en ese momento eran los jueces, quienes dirigían sus miradas hacia donde no debían: la final del salto con garrocha, y no pudieron oficializar dónde cayó el implemento del discóbolo francés.
La de Estados Unidos fue la delegación más premiada en estos Juegos, con 41 medallas de oro, 32 de plata y 30 de bronce.
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