Entre algunas de esas tradiciones olvidadas, sustituidas por otras más contemporáneas o transformadas por la influencia de corrientes foráneas destaca como elemento distintivo el sombrero de yarey, presente en el imaginario popular, valorado como souvenir, moda e indumentaria de trabajo.
De ahí que no resulte extraño encontrarlos confundidos entre quienes transitan calles y avenidas, visitan las hermosas playas cubanas, recorren sitios históricos y patrimoniales o laboran, bajo el sol, en los campos de la isla caribeña.
Constituye un símbolo de cubanía, por su vínculo inexorable con las Guerras de Independencia y su uso en las campiñas de la nación antillana.
Es de fácil elaboración y sus modelos varían en dependencia de la región del país donde se confeccionen.
Su nombre proviene de la planta de la cual se obtiene el material para producirlo, también conocida como guano y en la actualidad, numerosos artesanos reproducen el sencillo método de fabricación y algunos diseñadores los incorporan a sus catálogos con modelos para diferentes gustos y tamaños.
El escritor Cirilo Villaverde, reconocido por su novela Cecilia Valdés, narró la historia de la tejedora del sombrero, mientras el compositor Ernesto Lecuona le escribió una ópera y la tradicional orquesta Original de Manzanillo ha entonado, por años, la emblemática pregunta: ¿Quién ha visto por ahí, mi sombrero de yarey?
Otros autores recuerdan la concentración del 26 de julio de 1959 cuando el gobierno cubano reunió en la entonces Plaza Cívica de La Habana a cerca de medio millón de campesinos, trasladados a la capital de la isla para recordar los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Sobre aquel encuentro escribió el crítico literario, ensayista, editor y guionista de cine Ambrosio Fornet: ‘La Habana se llenó de sombreros de yarey y escarapelas con la visita de miles de campesinos que descubrían asombrados los bombillos y el teléfono’.
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