Con una pista de aterrizaje de dos mil 700 metros de largo y 150 de ancho, la obra priorizada por Bishop fue completada por posteriores gobiernos después de la invasión militar estadounidense que siguió el asesinato del líder granadiense y, en 2009, con enorme apoyo popular, fue rebautizado ‘Aeropuerto Internacional Maurice Bishop’.
‘Es el proyecto de mayor trascendencia para el futuro desarrollo de Granada y el más importante emprendido por gobierno alguno en la historia de la nación’, dijo a Prensa Latina en noviembre de 1981 para el libro Granada: la nueva joya del Caribe.
Es un paso decisivo hacia la independencia económica del país y pienso que significará para Granada lo que para Estados Unidos el establecimiento de toda su red ferroviaria, subrayó.
Tras derrocar al dictador Eric Gairy en 1979, Granada, con una población de 110 mil habitantes, recibió a más de 32 mil turistas, casi 140 mil llegaron en 200 barcos cruceros y otros miles en sus propios yates. Bishop calculaba que el nuevo aeropuerto aumentaría el arribo a unos 300 mil visitantes por año.
Había entonces solo 17 hoteles con casi mil camas y siete casas de huéspedes con otras 130 plazas en la pequeña isla caribeña.
La única terminal aérea, conocida como Pearls, con menos de mil 700 metros de pista, quedaba a hora y media de la capital en el norte de la isla y no admitía vuelos nocturnos.
El gobierno popular se propuso impulsar un ‘turismo nuevo, más democrático’, según el entonces ministro Unison Whiteman, porque esta industria, subrayó, no es solo para ganar dinero, sino también para estrechar los lazos de amistad y colaboración y para el intercambio cultural entre los pueblos.
El proyecto -visto entonces como un sueño- tenía varios desafíos, en el marco de grandes amenazas y presiones de Washington contra el proceso revolucionario encabezado por Bishop, tanto en el aspecto financiero como en el de la construcción.
El joven gobierno tuvo grandes dificultades para lograr financiamiento exterior, solicitado a numerosos países, incluido Estados Unidos. No obstante, se emprendió la obra gracias a una amplia colaboración acordada con el gobierno de Cuba.
Los primeros equipos y personal técnico de Cuba arribaron a la isla en noviembre de 1979 para iniciar las labores, en las que llegaron a participar unos 300 trabajadores cubanos junto a unos 200 granadienses, a cargo del ingeniero local Ron Smith.
La obra fue ubicada entre dos colinas separadas por una playa y una laguna de salitre en el extremo sur de Granada, conocido como Point Salines, porque, según los especialistas, los ‘aires reinas’ y otros factores técnicos hacían ideal el lugar, aparte de que solo estaba a 15 minutos de la capital Saint George.
Sin embargo, implicaba derribar ambas lomas con explosivos y rellenar tanto la salina como parte de la playa con miles de metros cúbicos de tierra solo para nivelar el terreno. A pesar de los obstáculos, incluidas crecientes amenazas de Estados Unidos, se decidió emprender la magna obra.
Tras las primeras detonaciones, se creó un comité coordinador para la movilización de los recursos humanos, financieros y materiales, que contó con el apoyo de los granadienses bajo el lema ‘Point Salines une a todo el pueblo y beneficia a todo el pueblo’.
Bishop y otros dirigentes realizaron actos de masas al pie de la obra, produciendo un impresionante movimiento popular en defensa del proceso nacional y alimentando esperanzas de desarrollo para las generaciones futuras.
Esa obra, interrumpida con el asesinato del líder caribeño, fue retomada posteriormente, con participación de distintos países que aportaron modernos equipos de navegación y comunicación, y en estos días espera el retorno del turismo, afectado desde hace más de un año por la pandemia de la Covid-19.
mem/jl
