Llegar allí no resulta difícil, se encuentra a corta distancia de la Acrópolis y el Ágora, pero muy pocas personas recorren el camino que separa a dicho lugar de lo que fuera el centro de la civilización griega, lo que lo dota de una tranquilidad y un silencio muy bien recibidos.
La raíz del vocablo proviene de la palabra griega keramos, que significa “arcilla”, usada para denominar al territorio, precisamente, por ser un asentamiento de alfareros y pintores de vasijas y el principal centro de producción de cerámica.
Se dice que los practicantes de tales oficios se establecieron allí debido a los depósitos de arcilla de Iridanos, un pequeño río que atraviesa la zona.
La región estaba dividida en dos por las murallas que Temístocles construyó alrededor de Atenas en el año 478 a. n. e. para proteger el Ágora. La parte interior –el área habitada- era el barrio de los alfareros, mientras que la exterior se convirtió en un cementerio, situado fuera de la ciudad como lo establecía la tradición.
Los muros tenían dos puertas: Dipylon y la Sagrada. La primera era la del Camino Panatenaico, que llevaba a la Acrópolis, y la segunda conducía a la ciudad Eleusina. En esta vía fueron alineados, a un lado y al otro, túmulos y monumentos.
Como dato curioso, la Dipylon, desde la cual se llegaba también a la Academia Platónica, le debe su nombre a un escultor anónimo, especializado en pintar vasijas funerarias. Su taller produjo numerosas obras para los enterrados en este camposanto.
El maestro de Dipylon, como se le conoce, es autor de dos kouros (esculturas de la Época Arcaica que representan a un hombre desnudo) hoy reconocidos: uno se halla en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York y el otro, uno de los últimos descubrimientos arqueológicos en el lugar, está expuesto en el propio museo de Kerameikos.
Las excavaciones en esa área comenzaron en 1870, lideradas por la Sociedad Arqueológica Griega, luego de que un hombre, recolectando tierra, tropezara con un gran bloque de mármol esculpido y el Gobierno decidiera comprar el terreno.
No obstante, ya en 1862, cuando construían la vía para conectar Pireos y Kerameikos, se encontraron los primeros monumentos funerarios, pero la euforia no trascendió.
Actualmente, las excavaciones continúan, esta vez a cargo del Instituto Arqueológico Alemán de Atenas. De hecho, tales proyectos conviven con la urbanización moderna, así que no es de extrañar ver señales de las labores mientras se toma café en uno de los tantos puntos de ofertas gastronómicas.
Para conservar los valiosos hallazgos, fue creado en 1937 el Museo Arqueológico de Kerameikos, pequeño, pero extraordinario, el cual alberga la colección más amplia de objetos relacionados con el entierro en Grecia.
En un recorrido circular y poco extenso que abarca solo un piso, se pueden observar estatuas, urnas, estelas, joyas y hasta juguetes. Todo en torno al arte funerario ordenado cronológicamente, desde la Edad del Bronce, los períodos Arcaico y Helenístico, hasta la Grecia Clásica, aunque existen pruebas de que el cementerio se utilizó hasta aproximadamente el siglo VI.
El museo está justo a la entrada del sitio arqueológico. Al salir, y como quien baja una pequeña colina, pues los restos de la necrópolis están por debajo del nivel de la carretera, el visitante encuentra un vasto espacio en el que se vislumbran divisiones por cuadrantes, columnas y monumentos.
Algunos de ellos son apenas rocas difíciles de recrear en su total dimensión, otros, los mejor preservados, constituyen réplicas, ya que los originales se resguardan con mayor cuidado dentro del edificio.
(Tomado de Orbe)