En una visita a la suroccidental gobernación de Taiz, el diplomático sueco instó a trabajar por un acuerdo político inclusivo, precisó la agencia oficial de noticias Saba.
Durante mi viaje por carretera hasta Taiz constaté el sufrimiento de las personas, la falta de transporte, de servicios básicos y las dificultades en la obtención de bienes, subrayó.
Sin mencionar a ningún grupo, pero en clara referencia a la milicia huti, el enviado de la ONU señaló que las operaciones militares están causando bajas significativas y agravan la situación humanitaria.
Los rebeldes intentan desde febrero controlar la ciudad de Marib, ubicada en el centro del país y capital de la estratégica gobernación homónima, rica en petróleo y gas.
Nunca debemos olvidar que siempre hay una manera de romper el ciclo de violencia, recalcó.
El presidente yemenita, Abd Rabbu Mansour Hadi, también llamó días atrás al diálogo.
“Nuestras manos siempre han estado extendidas hacia la paz (…) para poner fin a la guerra y detener el derramamiento de sangre del pueblo”, manifestó el mandatario durante un encuentro en la capital saudita con el enviado estadounidense para Yemen, Timothy Lenderking.
Según la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, dos tercios de la población de Yemen, unos 20 millones de personas, dependen de la asistencia humanitaria y el 80 por ciento vive por debajo del umbral de pobreza.
Después de años de conflagración, esa nación árabe tiene la cuarta población de desplazados internos más grande del mundo con unos cuatro millones de personas, subrayó recientemente el organismo.
Las hostilidades estallaron en 2014 cuando la milicia huti lanzó una ofensiva desde el norte y ocupó la capital Saná y amplias zonas del país.
Un año después Arabia Saudita y otros aliados árabes intervinieron en la guerra en respaldo de Hadi, cuyas fuerzas recuperaron algunas áreas, pero en los últimos meses perdieron terreno en los alrededores de Marib.
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