Hamduk selló el fin de semana pasado un acuerdo con el general Abdel Fattah el Burhan, presidente del Consejo Soberano de Transición (CST) líder visible de la asonada militar que a fines de octubre lo destituyó, disolvió su gabinete y lo retuvo 48 horas en calidad de huésped en su residencia.
Masivas protestas populares convocadas por las Fuerzas por la Libertad y el Cambio (FCC, en inglés), durante las cuales murieron 41 personas y cerca de un centenar resultaron heridas, y el rechazo de la comunidad internacional a la asonada compelieron a los militares a volver sobre sus pasos y reinstalar a Hamduk.
Sin embargo, el retorno a la cabeza del gabinete del defenestrado primer ministro fue insuficiente para apaciguar los ánimos y las FCC anunciaron la víspera que reeditarán las manifestaciones contra el predominio del sector castrense en la convulsa vida política sudanesa.
El flamante gobierno administrará los asuntos cotidianos, mientras el nuevo CST, formado tras la disolución del anterior, también liderado por el general el Burhan, y dominado por militares, tendrá la última palabra en temas fundamentales, entre ellos la organización de los comicios programados para principios de 2023.
Ese estado de cosas parece la cuestión de fondo en la reticencia de la oposición a aceptar el hecho consumado y que, a falta de un entendimiento con las autoridades, anuncia una atmósfera turbulenta al menos para las primeras semanas del nuevo gabinete, cuya composición aún no ha sido anunciada.
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