La nación mesopotámica atesoraba un patrimonio único por su historia excepcional, estimada origen de la civilización con aportes invaluables en casi todos los sectores de la vida.
En este territorio surgió la rueda, la escritura, los primeros códigos legales y tantas otras prestaciones que hoy sustentan la vida actual.
Gran parte de ese legado de ciudades históricas y yacimientos arqueológicos, recibió daños de una magnitud aún no calculada.
Uno de ellos, los enfrentamientos y bombardeos en las ruinas de Nínive, en las afueras de la ciudad de Mosul, proclamada en 2014 capital del grupo terrorista Estado Islámico que para ese entonces dominaba un tercio de todo el país.
Las reminiscencias de la histórica zona de Babilonia también bombardeada y saqueada desde la invasión y ocupación norteamericana en 2003.
La comunidad científica advirtió de la destrucción irreversible del patrimonio monumental y arqueológico iraquí.
Durante la guerra del Golfo en 1991, tras una primera incursión de una alianza liderada por Estados Unidos, se cree que quedaron destruidos o desaparecidos unos tres mil objetos de valor patrimonial.
Durante un bloqueo de 12 años impuesto al pueblo iraquí por Washington, la actividad arqueológica quedó paralizada y mientras se desarrollaba un tráfico clandestino de obras de antigüedades.
Millares de tabletas de arcilla con inscripciones cuneiformes, estatuas y estelas funerarias de miles de años pasaron de modo ilegal a coleccionistas privados.
El día en que las tropas estadounidenses entraron a Bagdad se produjo el mayor saqueo en el Museo Arqueológico de la ciudad.
Un auténtico pillaje de obras de arte de origen sumerio, asirio y babilónico, muchas de ellas sin conocerse su paradero.
Las piezas perdidas se cuentan por miles y muy pocas se han recuperado y otras forman parte de subastas en el mercado negro.
Aún sigue sin localizarse la impresionante arpa de marfil y plata de la ciudad de Ur, una de las piezas clave por sus cuatro mil años de antigüedad.
En el mercado internacional, se venden algunos de los ejemplares robados de la Biblioteca Nacional sin el más mínimo pudor o espeto a sus verdaderos dueños.
Esa instalación fue incendiada con granadas de fósforo blanco y quedaron reducidos a cenizas ejemplares de la Biblioteca Coránica, los originales del filósofo Averroes y las primeras traducciones al árabe de obras del griego Aristóteles, así como la historia de Iraq bajo el Imperio Otomano.
oda/arc