Desde las primeras horas de la noche de ayer hasta bien entrada la madrugada de hoy, en distintos puntos de esta capital los colombianos pusieron sus velas encendidas o faroles, bebieron alguna copa de vino, comieron arroz con leche, buñuelos y natilla y rezaron por la paz de la familia.
Otros, sin ser devotos al catolicismo, también prendieron su velita solo para compartir con los vecinos, los amigos, disfrutar de la compañía y la conversación algo que habitualmente se desvanece en la agitada vida de Bogotá.
En esta festividad, además de iluminarse los hogares, plazas o parques, también el cielo se torna de brillantes colores con el lanzamiento de fuegos artificiales.
Las luces, la música, las explosiones de los juegos pirotécnicos, la risa de los niños y el ladrido de los perros asustados que desafían el frío de esta capital, hacen pensar que la noche es día.
El festejo empezó este martes con un espectáculo de luces en la emblemática torre de Colpatria ubicada en el centro capitalino, alusivo a la celebración.
De esta forma, con las luces de las velas, comienza el inicio de las festividades de Navidad y de fin de año en Colombia.
La historia de esta tradición comenzó el 8 de diciembre de 1854 tras la emisión de la bula Ineffabilis Deus, una declaración en la que se entiende que la Virgen María fue concebida sin pecado original.
Desde entonces, con los más diversos diseños, se encienden las velas, los faroles, incluso las hogueras en zonas rurales para esperar en vigilia y con luz, dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
msm/otf