Más de ocho años, en suma, desde 2013. Pero valió la pena.
Con su clima apocalíptico, sus fronteras evanescentes y su compleja alquimia de tramas, batallas y criaturas desesperadas; con todo eso y muchísimo más, señoras y señores, Shingeki no Kyojinse está despidiendo por todo lo alto. Y quienes somos fans de los titanes celebramos como enanos.
¿Alguien no ha visto aún este anime? Ya es hora de hacerlo: los primeros minutos alcanzan para meternos en ese raro universo del que después, cuando la serie acabe, nos costará un buen rato salir. Y no, no voy a contar más. No porque me haya vuelto repentinamente discreto, sino porque hay que hablar menos y ver Shingeki…, una ficción extraña y monumental, narrada con el ritmo vibrante y preciso que solo poseen las obras maestras.
Dicen que para Hajime Isayama escribir el final de la historia fue sumamente difícil, porque sentía que lo que deseaba transmitir iba más allá de sus habilidades.
Dicen que el desenlace del anime será diferente al del manga original. Pero en este artículo de Orbe no pienso hablar de eso, como no pienso hablar tampoco de la abrupta mutación de Eren, ni de la guerra fratricida entre Marley y Eldia, ni del andamiaje filosófico detrás del poder del “titán fundador”. En serio, qué más da todo eso, si de todas formas vamos a pasarlo en grande viendo esta última temporada.
Por eso me quedo, de momento, con las miradas silenciosas de los personajes en una de las secuencias finales del episodio 75 –el último emitido hasta este regreso–, cuando una brisa sopla en la atalaya y Gaby está a punto de romper a llorar, mientras Pieck señala a Eren con un dedo acusatorio, justo antes de que el suelo se abra bajo sus pies y de las fauces del castillo emerja un ataque sorpresa. Sí, Shingeki…son esos segundos en que todos –los personajes y los espectadores– nos quedamos sin respirar ante la explosión que ocurre; mientras Connie, con el desconcierto pintado en el rostro, pregunta qué pasa y Armin responde: “Ya empezó. Los titanes entraron en acción”.
Esas miradas de estupor y fascinación, de suspenso en estado puro, resumen a la perfección lo que es esta serie.
En la distancia vemos cómo se aproxima el último asalto, sentimos un poco la misma tristeza que Armin, Mikasa y Reiner, sabiendo que la certeza de un final es inevitable.
No en balde, antes Jean había dicho premonitoriamente: “La humanidad no tiene oportunidad contra los titanes”.Y antes Mikasa había dicho: “Este mundo es despiadado, y también es muy hermoso”.Y antes todavía, hace ya más de ocho años, mi amigo Iván llegó un día a la casa con una memoria USB en la mano y me dijo: “Socio, empezó una serie nueva de unos gigantes ahí que comen gente. Te traje los dos primeros capítulos”.
(Pausa).
Lo siento, pero quiero poner pausa en esa última escena y quedarme un instante mirando el pasado con nostalgia. Qué bueno fue que haya sucedido. Cuántos momentos grandiosos llegaron después; y a saber cuántos nos quedan.
Honestamente, no sé bien con qué podremos reemplazar Shingeki no Kyojin, pero si de algo estoy seguro es que veremos muy pocas cosas que estén a su altura.
(Tomado de Orbe)