Ahora el país ocupa el puesto 20 entre los afectados por la pandemia y el segundo en el sudeste asiático después de Indonesia.
Hasta hace unos días, Filipinas tenía bajo control la situación epidemiológica y su máximo de infectados databa del 11 de septiembre (26 mil 303), pero la entrada de la variante Ómicron a mediados de diciembre y las fiestas de fin de año volvieron a disparar las estadísticas.
Tanto es así que, además de hoy, marcó cifras inéditas el sábado pasado (26 mil 458), el domingo (28 mil 707) y el lunes (33 mil 169). De cada dos personas que se hacen la prueba de detección del mal, una está dando positivo.
Consecuentemente, la presión sobre el sistema hospitalario está aumentando, con una ocupación de casi el 45 por ciento de las camas de cuidados intensivos.
Las autoridades sanitarias advirtieron que, debido a la alta transmisibilidad de la nueva variante del SARS-CoV-2, esperan un pico de casos a fines de este mes y llamaron a extremar las medidas preventivas.
Menos de la mitad de los 111 millones de filipinos ha recibido dos dosis de las varias vacunas que se aplican en el país.
Ante la fulminante amenaza de la Ómicron, a inicios de semana el gobierno elevó el nivel de alerta sanitaria a cuatro, de un máximo de cinco, y probablemente pronto implante algunas de las medidas de distanciamiento social activadas en anteriores momentos de crisis.
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