Jean-Baptiste Poquelin, como se llamaba, nació el 15 de enero de 1622 en la parisina rue Saint-Honoré para en sus 51 años de vida terrenal crear personajes y obras que lo convirtieron en uno de los autores más leídos, traducidos y representados de todos los tiempos.
El Enfermo Imaginario (1673), El burgués gentilhombre (1670), El Avaro (1668), El Médico a Palos (1666), Tartufo (1664) y Las Preciosas Ridículas (1659), entre otras, conforman un arsenal que sigue cautivando.
“Todos los días descubrimos una nueva resonancia contemporánea de sus obras (…) Todos somos, en algún momento, un Tartufo, un Don Juan, un paciente imaginario, un avaro o un misántropo”, opinó a propósito de la celebración el actor y humorista Laurent Lafitte, en diálogo con la cadena Franceinfo.
Si su vigencia es innegable, y de demostrarlo se encargará a partir de hoy y por varios meses el emblemático teatro de la Comedia Francesa, además de exposiciones y actividades en diversas partes del mundo, también lo es el misterio en torno a su vida personal.
Ni siquiera sabemos por qué el genio de la sátira se apodaba Molière, y nada quedó de sus cartas y manuscritos íntimos, alimentando la leyenda.
“Y cuando nos adentramos en su mundo, nos preguntamos quién era este hombre, sobre el que ha desaparecido todo lo que pudo escribir de su vida”, subrayó por su parte en una entrevista con el diario Le Monde Éric Ruf, director de la Comedia Francesa.
Los 400 años del nacimiento del dramaturgo, actor y poeta reavivaron la polémica por su no entrada en el Panteón de los inmortales de Francia, reclamada por figuras de la cultura y la política gala, incluyendo a candidatos a la presidencia en las elecciones de abril.
Según fuentes oficiales, el obstáculo para que Molière ingrese en el Panteón, donde reposan 81 personalidades, es que ese privilegio está reservado para grandes hombres y mujeres posteriores a la Ilustración y la Revolución.
A los pedidos del actor, guionista y director de teatro y cine Francis Huster y de la alcaldesa de Paris y aspirante al Elíseo, Anne Hidalgo, se sumó esta semana el de la presidenta de la Región Parisina y también candidata en los próximos comicios, Valérie Pécresse.
Hagamos entrar a Molière, símbolo de la cultura francesa, al Panteón, demandó Pécresse en Le Figaro, no sin que su editorial despertara algunas suspicacias por la cercanía de la cita en las urnas y las críticas y los proyectos lanzados por ella en el artículo, más allá de que no pocos en suelo galo comparten su inquietud.
El aniversario también permitió a expertos e instituciones reiterar el desmentido sobre la muerte de Jean-Baptiste Poquelin, con frecuencia descrita como un suceso repentino mientras representaba en escena El Enfermo Imaginario, el 17 de febrero de 1673.
Fue en su casa donde murió de una hemorragia, provocada por una epidemia de infecciones pulmonares que cobró entonces la vida de muchos parisinos, insistió la Comedia Francesa.
Lo que sí ocurrió con Molière fue lo cerca que estuvo de una fosa común, de la que su cuerpo inerte escapó por las gestiones de su esposa, la actriz Armande Béjart, ante el rey Luis XIV, aunque el entierro no contó con ceremonia alguna.
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