Mediante el nuevo estudio, ubicaron después por orden a Rusia, Estados Unidos, Irán, Kazajastán y Argelia; sin embargo, advirtieron que no pudieron realizar mediciones en áreas como la Cuenca Pérmica (vasto paraje remoto entre Nuevo México y Texas) o donde se produce petróleo en Canadá y China.
Los autores argumentaron que el comportamiento general en estas regiones era demasiado alto para distinguir las ultraemisores individuales (fuentes que originan más de 27,5 toneladas métricas de metano por hora).
Alrededor de mil 200 (cerca de dos tercios) de estas zonas más allá de los límites tenían instalaciones de petróleo y gas, mientras que el tercio restante se dividió entre carbón, agricultura y gestión de residuos, comprobaron.
Las columnas de metano emitidas durante las fugas o las operaciones de mantenimiento representaron entre el ocho y el 12 por ciento de todas las de estas plantas, revelaron los datos analizados.
«Este trabajo confirma lo que solo hemos vislumbrado en evaluaciones previas de industrias y territorios individuales», explicó el coautor Riley Duren, académico de la universidad de Arizona.
Las grandes emisiones intermitentes de metano de las operaciones de petróleo y gas son comunes a nivel mundial y en su mayoría no se informan, remarcó el también director ejecutivo de Carbon Mapper, una organización sin fines de lucro que monitorea las emisiones de metano y dióxido de carbono para reducirlas.
En esta década crítica para la acción climática, esto subraya la necesidad urgente de sistemas de observación persistentes que puedan detectar, identificar y cuantificar las fugas a escalas relevantes para la toma de decisiones, añadió Duren.
El metano resulta el segundo gas de efecto invernadero más común lanzado a la atmósfera después del dióxido de carbono, y más dañino que este para el clima a corto plazo.
Una tonelada liberada de metano atrapa alrededor de 80 veces más calor que una de dióxido de carbono durante un período de 20 años, según el portal climático del Instituto de Tecnología de Massachusetts.
Los expertos utilizaron para la investigación imágenes de entre 2019 y 2020 generadas por el Instrumento de Monitoreo Troposférico a bordo del satélite Sentinel-5P de la Agencia Espacial Europea, que mide el metano en la atmósfera diariamente.
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