El análisis, suscrito por Tom Mockaitis, profesor de Historia en la Universidad DePaul, sostuvo que con la intensificación de su campaña Washington “hace más difícil un acuerdo negociado y más probable una guerra más larga y/o más amplia”, que incluso algunos expertos llevan hasta el ámbito nuclear.
Agregó el académico que el éxito ucraniano en demorar una victoria de las fuerzas rusas se debe a la entrada masiva de armas de la OTAN. Estados Unidos y sus aliados ya han suministrado a los ucranianos miles de armas antiaéreas y antitanques, agregó.
Subrayó que un estancamiento estratégico suele ser una oportunidad para una solución negociada.
En condiciones en que las tropas rusas demoran en conseguir sus objetivos, Washington podría haber hecho todo lo posible para que las negociaciones volvieran a su cauce, dijo.
En lugar de ello, agregó, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, hizo una declaración innecesariamente provocadora que cambia la percepción de la guerra y puede agravar la crisis.
En una rueda de prensa en Polonia tras su visita a Kiev, Austin declaró: «Queremos ver a Rusia debilitada hasta el punto de que no pueda hacer el tipo de cosas que ha hecho al invadir Ucrania».
El comentario de Austin pinta el conflicto más cínicamente como una guerra por delegación entre Estados Unidos y Rusia librada a costa de la sangre ucraniana, aseveró Mockaitis.
Es posible que Moscú no esté dispuesto a negociar si ve la posibilidad de ganar en el campo de batalla, pero la acalorada retórica de Occidente hará que las conversaciones de paz sean aun menos probables. Estados Unidos ha arrinconado al oso ruso. Darle un palo es una mala idea, subrayó.
Recientemente, Noam Chomsky, filósofo, escritor y analista político estadounidense, expresó que para una paz en Ucrania la neutralidad es el elemento principal, sin adhesión a alianzas militares hostiles, ni albergar armas que apunten a Rusia, ni ejecutar maniobras con fuerzas militares hostiles, algo que Washington no parece contemplar. mgt/lb