Estados Unidos y el mundo vuelven a conmocionarse con las noticias de la masacre sucedida este martes en la escuela primaria Robb de la localidad de Uvalde, a unos 133 kilómetros al oeste de San Antonio, donde murieron al menos 14 estudiantes y un maestro.
Antes de esta nueva matanza, datos de la cadena CNN indicaban que, de los 10 tiroteos masivos con mayor cantidad de decesos en Estados Unidos, cuatro acontecieron en el territorio texano.
El 5 de noviembre de 2017, en la Primera Iglesia Bautista de la localidad de Sutherland Springs, tuvo lugar el crimen de ese tipo más mortal entre los reportados en el estado y el quinto peor a nivel nacional.
Durante ese acto violento perdieron la vida 25 personas, incluida una mujer embarazada, y otras 20 resultaron heridas, en tanto el tirador, Devin Patrick Kelley, fue hallado muerto después de una breve persecución.
El 16 de octubre de 1991, en la cafetería Luby’s de Killeen, también en Texas, aconteció la sexta mayor matanza del país, cuando George Hennard asesinó a 23 personas y provocó lesiones a 27 antes de suicidarse.
La ciudad de El Paso, por su parte, fue el lugar donde se produjo el octavo hecho de tal naturaleza en cuanto a número de fallecidos, cuando el 3 de agosto de 2019 Patrick Crusius dejó 22 muertos y más de 20 lesionados en una tienda de la cadena Walmart.
Asimismo, el noveno tiroteo más mortífero se registró el 1 de agosto de 1966 en la Universidad de Texas en Austin, donde el exmarine Charles Whitman dejó 16 fallecidos y 30 heridos, además de asesinar antes a su madre y a su esposa, y luego murió él a manos de las autoridades.
De ese modo, la violencia armada de hoy es también un doloroso recordatorio de las tantas veces que ese fenómeno golpeó a las instituciones educativas norteamericanas en todos los niveles de enseñanza.
En la memoria de muchos estadounidenses siguen frescos los sucesos del 16 de abril de 2007 en el Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia, con saldo de 32 decesos; y del 14 de diciembre de 2012 en la Escuela Primaria de Sandy Hook de Connecticut (27 muertos, incluidos 20 niños), los cuales ocupan el tercero y cuarto puesto, respectivamente, en cuanto a los peores tiroteos de la nación.
Gran conmoción provocó asimismo la matanza en la secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland, Florida, el 14 de febrero de 2018, evento que terminó con 17 muertos y provocó un gran movimiento a favor del control de armas.
Solo tres meses después, el 18 de mayo de ese año, 10 personas perdieron la vida y 13 sufrieron lesiones durante un tiroteo en la secundaria de Santa Fe, nuevamente en Texas.
A la cabeza de todos esos hechos violentos en lo relacionado con la cantidad de víctimas se ubica el de Las Vegas, Nevada, el 1 de octubre de 2017, cuando un hombre identificado como Stephen Paddock causó la muerte de 58 personas y lesiones a más de 800 al disparar contra una multitud reunida en el festival de música country Route 91 Harvest.
Poco más de un año antes, el 12 de junio de 2016, el segundo tiroteo más mortífero de Estados Unidos se registró en el club Pulse de Orlando, Florida, donde Omar Mateen asesinó a 49 personas e hirió a 53 antes de morir a manos de la policía.
Tras esos y muchos otros sucesos similares, se renuevan las demandas de grupos y ciudadanos que desean regulaciones más fuertes para la portación de armas de fuego, mientras critican la inacción de políticos y legisladores por no adoptar medidas que le pongan freno a las masacres.
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