Casi 70 de los 96 departamentos del territorio metropolitano están en alerta, 11 de ellos en vigilancia roja por el calor extremo de la canícula más precoz registrada en suelo galo, en una jornada en la cual los termómetros superaran los 40 grados centígrados en diversas localidades.
Por tanto, el tradicional día de reflexión en vísperas de unos comicios se antoja agitado y con un protagonista inesperado, como si a la apatía, al desinterés y al desencanto de no pocos fuese necesario añadirle ingredientes.
En la primera ronda de unas legislativas clave para conformar el tablero político del próximo lustro en Francia, 25 millones de votantes se quedaron en casa, el 52,4 por ciento del padrón, mientras más de medio millón anuló o dejó en blanco su boleta.
Nada va a cambiar, gane quien gane; votaré, pero en blanco; y hay cosas ahora mismo más importantes como el alto costo de la vida, fueron frases recogidas en los últimos días, que explican las para nada halagüeñas proyecciones de cara a la segunda ronda de las parlamentarias.
Encuestas divulgadas hasta ayer, antes del cierre de la campaña y del silencio electoral que arrancó en la medianoche, reflejaron un abstencionismo superior al de la primera vuelta celebrada el 12 de junio.
Según un sondeo del Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) con Fiducial para los medios LCI y Sud Radio, la ausencia a las urnas sería del 53 por ciento de los inscritos, con otros estudios que indican un escenario peor.
El récord de abstencionismo data del balotaje de las legislativas del 2017, cuando cerró en el 57,36 por ciento, al que pudiera aproximarse mañana.
La alianza oficialista Juntos y su principal rival, la coalición de fuerzas de la izquierda Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes), hicieron hasta lo imposible para atraer hacia su campo a los indecisos y los molestos con la situación del país, sin mucho éxito a juzgar por las encuestas.
Hoy se habla en Francia de elecciones, pero no como los políticos quisieran, y de momento la canícula ocupa espacios que nadie aquí esperaba.
Mañana habrá mucho en juego, el presidente Emmanuel Macron dedicó los últimos días a pedir a sus compatriotas que le garanticen la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, al menos 289 de los 577 diputados, para poder impulsar sus programas y promesas.
“Nada sería peor que añadir al desorden mundial un desorden francés”, se le escuchó decir el martes antes de viajar a Rumanía, Moldavia y Ucrania.
Todo lo contrario salió del sector opositor, con líderes como Jean-Luc Mélenchon y su llamado a votar por la Nupes para impedir la materialización de las políticas de Macron, entre ellas la extensión de la edad de retiro a 65 años.
Las temperaturas mañana no serán tan cálidas, los pronósticos dicen adiós a la canícula, pero el ambiente político sí que estará caliente, aun cuando la ausencia a las urnas vuelva a ser dominante en suelo galo.
Un dato bastará como termómetro, desde la inversión del calendario electoral en 2000, primero se celebran las presidenciales y después las legislativas, el presidente electo siempre ha logrado el control absoluto de la cámara baja con sus seguidores.
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