Privert, quien también fungió como presidente de la Asamblea Nacional antes de asumir provisionalmente en 2016 la jefatura del Estado, calificó el magnicidio como un acto indescriptible.
Señaló la necesidad de que estas acciones no manchen la historia nacional ni socaven los esfuerzos por construir una verdadera nación.
Moïse es el quinto presidente asesinado en Haití mientras ejercía su cargo y la investigación del magnicidio estuvo paralizada en meses recientes, mientras cinco jueces ya estuvieron a cargo de la pesquisa.
El primer ministro, Ariel Henry, dijo que el crimen fue una muestra de intolerancia e ignominia, prácticas que deben cambiar en la sociedad, acotó.
Henry es cuestionado por los altibajos de la investigación que en sus inicios lo relacionó con uno de los planificadores del complot, el abogado Joseph Felix Badio, aunque negó la implicación.
Moïse recibió 12 disparos en su residencia, en un ataque en el cual resultó herida su esposa Martine Étienne, quien señaló recientemente las «graves acusaciones» que pesan sobre el primer ministro.
De hecho, los familiares rechazaron participar del homenaje organizado por las autoridades en el Museo del Panteón Nacional Haitiano, y no dieron respuesta sobre el mausoleo ofrecido por el Gobierno para honrar al presidente asesinado.
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