Por coronel (r) Nelson Domínguez Morera (Noel)
Ocupó responsabilidades de dirección en la Seguridad del Estado
Siempre terminábamos bien entrada la madrugada. Afuera del local, ubicado en la Villa Olímpica, integrantes del Comando del Security Secret Services llegados desde Washington para cooperar con nosotros en la protección de Fernández, aguardan adormilados por no estar acostumbrados a ese ritmo de trabajo.
Y en eso sonó mi celular con la voz inconfundible del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro. Indagó: “¿Fernández, Fernández?”. “No Comandante, se lo paso enseguida”. Y dijo: “No, no hace falta, parece que el equipo de él está descargado, contigo mismo”.
Enseguida opinó: “Yo les recomiendo que evalúen sustituir para el juego de mañana (era el segundo de beisbol de la Serie) al catcher Albertico (Alberto Hernández, posteriormente desertó) que no ve la bola, le están cantando los strikes a la altura del pecho, propongo que lo reemplacen por Maceo. ¿Me entendiste? Recuerda que estamos hablando por esta vía y nos copian. ¿Entendiste?”.
“No, Comandante, desconozco a quién usted denomina Maceo, le paso a Fernández enseguida”.
Fernández tomó el celular: “¡A su orden!”, se puso a la escucha y solo vi que asentía con la cabeza. “Sí, claro, Comandante, poner a Maceo, de acuerdo”; sin embargo, me hacía repetidos gestos indagatorios como para preguntarme si yo entendía a quién se refería.
Terminó la comunicación y me comenta: “Me dijo que si no estábamos apreciando lo mismo que él, que Albertico no le hacía swing a las bolas por el centro, le expliqué yo estaba en el local destinado para los jefes de delegaciones en el Fulton County Stadium, que está ubicado muy alto, casi próximo al techo de la instalación”.
Entonces me preguntó: ¿Ahora qué hacemos? Le sugerí ver, en los pasaportes de los atletas, cuál de los receptores se parecía a Antonio Maceo -el Titán de Bronce, quien fuera uno de los jefes mambises cubanos-, y ambos coincidimos que se trataba de Juan Manrique García.
Me pidió despertar al mentor Jorge Fuentes y al instructor de bateo Miguel Valdés (posteriormente desertó en el Torneo de las Américas, en México) sin decirles lo conversado con Fidel. Vinieron soñolientos y con mala cara dado lo impropio de la hora pues eran más de las tres de la madrugada. “¿Qué cosaaaa? ¿Quitar a Albertico para poner a Manrique?”.
Defendió Fuentes que “Albertico desde su posición le indicaba al cuadro y a los files cómo cambiar de posiciones, algo que no dominaba tan bien Manrique”. “¿Y quién va a catchear después, si Manrique se lesiona?”.
“Catcheo yo”, le respondió brusco Fernández, en tono algo imperativo. “¡Ah, bueno! Ya tengo claro de dónde vino la idea”, ripostó Fuentes, y junto a Miguelito se reincorporaron a su habitación.
En los días subsiguientes Juan Manrique -esa gloria del deporte cubano- continuó desempeñándose en la posición indicada, pegó cuatro jonrones y obtuvimos el oro Olímpico. ¡Premoniciones de Fidel!
arb/ndm