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Año de vaivenes en la política británica

Londres (Prensa Latina) El Reino Unido vivió un 2022 marcado por los escándalos políticos y cambios en el número 10 de Downing Street, que no solo mancharon la reputación del gobernante Partido Conservador, sino hicieron del país el hazmerreír de la comunidad internacional.

Por Néstor Marín

Corresponsal jefe en Reino Unido

Al margen de las bromas de buen o mal gusto que inundaron las redes sociales, y de las caricaturas en tabloides y periódicos, uno de los que mejor ilustró el caos vivido por los británicos fue el editor de la cadena Sky News Alec McGuinness, en un comentario en Twitter que enseguida se hizo viral.

Mi hijo ha conocido a cuatro ministros de Hacienda, tres cancilleres, dos primeros ministros y dos monarcas. Tiene solo cuatro meses de edad, escribió McGuinness.

El periodista británico publicó el tuit el 19 de octubre, en víspera de la renuncia Liz Truss, por lo que por estos días el hijo de McGuinness ya conoció a su tercer primer ministro.

FIESTAS, MENTIRAS Y LA CAÍDA DE BORIS JOHNSON

El culebrón comenzó con la caída de Boris Johnson en julio de 2022, luego de una serie de escándalos que pusieron en entredicho su capacidad de liderazgo y principios éticos.

Nadie duda de que el “partygate”, como bautizó la prensa británica las revelaciones de que en el despacho del primer ministro se celebraron más de una docena de fiestas mientras el país estaba bajo un confinamiento estricto por la pandemia de Covid-19, fue el principio del fin de Johnson.

El controvertido gobernante primero alegó que esa información era falsa, pero cuando salieron a relucir varias fotografías en las que se le veía vaso en mano al lado de una mesa llena de botellas vacías, hizo gala de su desparpajo habitual al decir pensó se trataba de reuniones de trabajo.

Luego, tras ser multado por la Policía Metropolitana por infringir las medidas de distanciamiento, ofreció disculpas a los británicos por el mal ejemplo, pero la idea de renunciar jamás le pasó por la cabeza, ni siquiera cuando la bancada conservadora, cansada de sus desmanes, lo sometió a un voto de confianza que logró superar por estrecho margen.

Johnson, que en noviembre pasado tuvo problemas por defender a un diputado acusado de infringir las leyes del cabildeo, intentó echar tierra al “partygate” con la guerra en Ucrania, país al que viajó en dos ocasiones.

En el plano doméstico, sin embargo, la crisis del costo de la vida, la pérdida de dos escaños parlamentarios en sendas elecciones locales y su mal manejo de un escándalo sexual que involucró a uno de sus diputados, a la larga le pasaron factura y lo obligaron a dimitir en julio pasado.

LA EFÍMERA LIZ TRUSS

Pese a renunciar, Johnson siguió como primer ministro interino hasta el 6 de septiembre, cuando entregó las llaves de Downing Street a Liz Truss, ganadora del concurso interno de liderazgo que celebraron los conservadores para escoger al sustituto del gobernante dimisionario.

La hasta ese momento canciller británica accedió al “premierato” tras derrotar al exministro de Hacienda Rishi Sunak, en una campaña electoral marcada por las promesas y planes de ambos candidatos para frenar la inflación y conjurar la crisis del costo de la vida.

Truss apostó por una polémica rebaja de impuestos para estimular el crecimiento económico y atraer a los inversionistas, y tres semanas después de asumir el cargo, su ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng, anunció el llamado ‘mini presupuesto’.

El tiro, sin embargo, la salió por la culata, pues la falta de detalles sobre la forma en que financiaría el recorte fiscal, y el temor a que la medida disparara la deuda pública, derrumbaron temporalmente la libra esterlina y obligaron al Banco de Inglaterra a comprar los bonos del Estado para calmar al mercado.

Para tratar de apaciguar a sus críticos, Truss destituyó al ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng, y su sustituto, Jeremy Hunt, enseguida revirtió la mayoría de las medidas fiscales, pero el mal ya estaba hecho.

Al igual que hicieron con Johnson, la mayoría de los diputados conservadores se rebelaron contra la primera ministra y le exigieron la dimisión, con la diferencia de que en este caso, su luna de miel con el poder apenas duró 45 días.

La caída de Truss, luego de uno de los mandatos más efímeros en la historia de la política británica, dio lugar a una avalancha de críticas y burlas, sobre todo desde la oposición, que exigió, aunque sin éxito, se adelantaran las elecciones generales previstas para inicios de 2025.

Incluso un tabloide local tuvo la osadía de organizar un concurso virtual en el que puso a competir a la gobernante conservadora con una lechuga, para ver quién demoraba más en “morir”, y que a la postre fue ganado por el vegetal.

SUNAK, LA ÚNICA ESPERANZA

Para resarcir los daños que los escándalos de Johnson y las malas decisiones económicas de su relevo causaron a la imagen y credibilidad del partido, los conservadores apostaron por Sunak como su última esperanza.

La mejor muestra del desespero de los ‘tories’ fue que el político de 42 años, y de ascendencia india, resultó el único candidato nominado por la bancada, después de que Johnson amenazó con volver, pero se retiró a última hora de la contienda argumentando que lo hacía en aras de conseguir la unidad del partido.

En su primer discurso a la nación tras asumir formalmente el cargo el 25 de octubre, el tercer primer ministro que tienen los británicos en las últimas siete semanas prometió gobernar con integridad, profesionalidad y responsabilidad, pero en su fuero interno debe estar convencido de que junto a las llaves de la famosa puerta marcada con el número 10 también le entregaron una “papa caliente”.

Sunak heredó una situación económica muy mala, y hasta se puede decir que no es muy diferente a la existente inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, comentó a Prensa Latina el profesor de Economía Política de la Universidad de la Ciudad de Birmingham Steven McCabe.

De acuerdo con el especialista, el nuevo gobernante deberá lidiar con una inflación de dos dígitos y una recesión que se antoja cada vez más cierta, lo que inevitablemente redundará en un incremento de las tasas de interés y del desempleo.

McCabe consideró que el gobernante tendrá que tomar medidas drásticas y rápidas para reparar el daño causado por su predecesora, y buscar los 60 mil millones de libras esterlinas (69 mil millones de dólares) que necesita para llenar el déficit existente.

Entre las decisiones “difíciles” e impopulares ya anunciadas por Sunak en medio de una crisis del costo de la vida que no da señales de ceder, están un alza de los impuestos y un recorte del gasto público y de los montos de los beneficios sociales, por lo que aún está por verse si el hijo de McGuinness no tendrá que conocer a un cuarto primer ministro antes de cumplir el año.

arb/nm

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