Cuestionable en todos los sentidos por sus letras obscenas, sexistas y sobre todo machistas —receta que le ha funcionado con éxito también a otros—, Bad Bunny es, aunque no todos concordemos, un fenómeno. Eso es indiscutible.
Pero…. lo sabemos, un fenómeno producto de este siglo XXI y los tiempos que corren, donde consumir cualquier cosa musical con poca letra y mucho auto-tune y estribillos huecos es, lamentablemente, lo que vende.
O sino escuchen hoy a los más respetados artistas que como coletilla pegadiza en sus líricas recurren a una fórmula ya casi cotidiana. Basta solo con una melodía pegajosa en la que no falten un “la,la,la” o “bambam”….
Empero, para gustos, colores. Y ahí está Bad Bunny, con sus “looks” exuberantes y nula voz, quien al parecer la lluvia constante de críticas y la legión de detractores le ha servido más para engrandecerlo.
Sobre el llamado “conejo malo” hay tela de donde cortar. Inexplicable sigue siendo para muchos que se haya logrado incluso comparar a este artista con Bob Dylan. Sí, como lo leen.
Así lo calificó un reputado crítico español. O peor aún, que hasta la Sociedad Americana de Compositores, Autores y Editores (Ascap) lo premiara como mejor compositor.
Todavía está fresca en la memoria aquella vez cuando en 2018la merenguera Olga Tañón, al recoger un lauro en los Premios Lo Nuestro, se dirigió sin cortapisas al intérprete de Tití me preguntó: “BadBunny… goodbunnyman! Good bunny”. Cuánto ha llovido desde entonces…
Lo cierto es que el exponente de reguetón-trap llegó para quedarse. Nos guste o no, es uno de los latinos que más vende dentro y fuera de Estados Unidos.
La culpa no es suya. Siempre se ha hablado mal del reguetón desde que salió a la palestra allá en el corazón de Puerto Rico. No obstante, el género se coló en la preferencia de jóvenes y no tan jóvenes, y sí, es muy contagioso, tanto que hasta los propios americanos o europeos —y hasta en lugares aún más distantes—lo consumen.
Con el paso del tiempo y por leyes de mercado, muchos reguetoneros debieron cambiar las letras. Ahora bien, con Bad Bunny no ha sucedido así desde que despuntó en 2017 y ahí está el meollo.
Además de ganar varios Grammy, se convirtió en el primer artista urbano latino en aparecer en la portada de la emblemática revista Rolling Stone, ha estado por doquier en premiaciones anglosajonas y, para completar, lo ha logrado con letras que parecen absurdas.
¿Qué ha hecho para llegar a esto? Simplemente él es, como otros, fenómeno de una época donde ya no hay fronteras en la música, donde todo vale y prolifera una exhaustiva banalidad.
Pido permiso a quienes disfruten a sus anchas de Bad Bunny. Créanme, no entiendo a veces ni lo que canta, pero es indudable que hasta sus estribillos se pegan. Si algo positivo se puede salvar, es que este 2022 —a punto de terminar—ha convertido al músico en un artista de mirada crítica y social.
Puntos a su favor: la pieza El apagón, donde denuncia la injusticia y la privatización en su natal Puerto Rico a su estilo. La canción es un buen ejemplo de lo que pudiera aportar a futuro. ¿Será que empieza a dar pequeños guiños de cambio?.
(Tomado de Cuarta Pared, suplemento cultural de Orbe)
