De acuerdo con el Centro de Información sobre la Pena de Muerte (DPIC), siete de los 20 intentos de ejecución fueron visiblemente problemáticos o tomaron una cantidad excesiva de tiempo.
En uno de los incidentes, alegaron, los verdugos de Alabama tardaron tres horas en colocar una vía intravenosa en lo que fue la inyección letal más larga en la historia de Estados Unidos.
Asimismo, el informe de la organización sin fines de lucro refirió que llevar a cabo los procedimientos letales resultó engorroso debido a la incompetencia, el incumplimiento del protocolo o defectos en los propios reglamentos.
En cuatro estados -Idaho, Ohio, Tennessee y Carolina del Sur- estos tuvieron que suspenderse porque los funcionarios no pudieron seguir las normas de ejecución.
Michael Benza, profesor de derecho en la Universidad Case Western Reserve, en Ohio, expresó que la razón principal de las fallas se debió al “empleo de un modelo médico de ejecuciones, inyección letal, pero carecer de personal médico para llevarlo a cabo”.
Esto significa que a menudo carecen de la formación necesaria para hacer frente a los inconvenientes, dijo.
Además, añadió, como las personas que reciben la sentencia de muerte a menudo tienen antecedentes médicos deficientes, como enfermedades o uso de drogas, existen problemas técnicos para iniciar las vías intravenosas.
El informe del DPIC muestra que la pena de muerte sigue estando geográficamente aislada en Estados Unidos, con seis estados aplicando ejecuciones.
De estos, solo dos, Texas y Oklahoma, representaron más de la mitad del total de los letales procedimientos.
Las estadísticas también muestran una disparidad racial en los casos de pena de muerte, con ocho afrodescendientes dentro de las 18 personas ejecutadas a lo largo del año en seis estados del país.
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