Las organizaciones sociales y políticas evaluaron como satisfactoria la jornada precedente, en la que hubo marchas o paralizaciones y bloqueos de carreteras, en su mayoría breves o intermitentes en casi todas las regiones, y permanentes en las regiones surandinas de Puno y Cusco.
Salvo algunas escaramuzas, no hubo incidentes violentos hasta el anochecer, en el tramo final de una masiva marcha en la que convergieron la Confederación General de los Trabajadores de Perú (CGTP), militantes de izquierda y grupos de activistas y licenciados del Ejército llegados del interior.
La movilización se desarrolló pacíficamente y llegó a la Plaza San Martín, espacio tradicional de demostraciones de izquierda que desde la primera oleada de protestas, el mes pasado, ha sido tomada por policías y militares que les impidieron la entrada, aunque un día antes fue autorizada una «Marcha por la Paz» caracterizada por su composición y consignas derechistas, promovida por la Policía.
De allí, los marchistas decidieron marchar hasta el Parlamento, pero tras avanzar unas cuadras una barrera de centenares de policías les cerró el paso y, cuando intentaron romperla por la fuerza, los uniformados lanzaron gases lacrimógenos.
El incidente dejó un saldo de varios heridos y detenidos pero esta vez los uniformados no dispararon contra los manifestantes, a diferencia de lo sucedido en las protestas de diciembre, que dejaron un rastro de 26 muertes.
Algunas publicaciones minimizaron las protestas, pese a las concurridas movilizaciones registradas en casi todas las capitales regionales y otras ciudades.
El analista de izquierda Abel Gilvonio comentó que “la movilización nacional es pacífica pero multitudinaria a lo largo de todo el país, pidiendo la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, y los medios de prensa dicen que fue un fracaso”.
Si hay violencia, afirman que los manifestantes son “terrucos” (terroristas) y si la protesta es pacífica es un fracaso, señaló.
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