“Todavía aprendo, no me considero el mejor del mundo, pero me gusta tocar, sé cómo, para qué y para quién lo hago. Mi espíritu permanece joven e incorporo siempre cosas nuevas. Un mínimo comportamiento de egocentrismo, representa la derrota del artista”, sentenció a Prensa Latina.
Hidalgo aludió al respeto a los pioneros de la música, pues “gracias a ellos estamos aquí” y evocó su infancia en San Juan, con los sonidos de las primeras décadas del siglo XX, “donde también radica la exquisitez, mi vínculo con Cuba y la aproximación a ritmos autóctonos de mi país”.
Conocedor profundo de la historia y los representantes de esa manifestación artística en ambas naciones, el percusionista alaba las maravillas de los estilos jíbaros puertorriqueños, provenientes del campo, acompañados del cuatro, la guitarra, los bongós y el güícharo.
En ese ajiaco inconfundible que nos identifica como región, Mañenguito distingue la influencia de las islas cercanas (República Dominicana, Haití y Jamaica) y reafirma los versos decimonónicos de su compatriota Lola Rodríguez de Tió: “Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas”.
Asimismo, valora la excelencia musical de la mayor de las Antillas, provista de una amalgama bella y extensa de formaciones, instrumentos y religiosidad y recuerda, especialmente, a la agrupación musical Acerina y su Danzonera, con cuyos discos practicaban alrededor de 10 horas al día.
A su juicio, la nación caribeña, su segunda patria, “siempre ha estado adelantada respecto a grabaciones y estudios”, y, cuando llegó a La Habana, en la década de 1980, como uno de los miembros del conjunto Batacumbele, dirigido por Cachete Maldonado, Los Van Van e Irakere “fueron nuestros padres”.
“A ellos les gustó nuestra música y nos adoptaron. En este Jazz Plaza escuché nuevamente a Los Van Van, tocaron espectacular, pero también me dio nostalgia no ver a Juan Formell. Suerte que está Samuelito y Robertón, continuadores de ese linaje”, expresó.
Hidalgo incide en la pertinencia de que las nuevas generaciones de intérpretes “escudriñen” en las raíces sonoras de su país y conozcan del talento de aquellas figuras, a veces obviadas en los planes de estudio de los conservatorios.
Su libro de vida atesora a muchos de los virtuosos cubanos residentes en Puerto Rico y a otros más jóvenes como el percusionista Pedrito Martínez, de quien recibió la invitación para asistir a esta 38 edición de la cita internacional.
El artista boricua rememora su formación con las agrupaciones de Mario Ortiz y Charlie Palmieri, a los 12 y 13 años de edad, respectivamente, luego Batacumbele y sus intervenciones junto a Tito Puente, Rubén Blades, Art Blakey, Eddie Palmieri, McCoy, Kip Hanrahan y Hilton Ruiz.
Esa relación con Cuba será “hasta que yo muera” y ratificó su apoyo al festival, donde compartirá con músicos de la isla y estudiantes “con el mismo ímpetu, alegría, gozo, lealtad, respeto y disciplina, y una alabanza a la vida, creatividad, alegría, fe e inteligencia”.
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