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De la Crisis de Octubre a Ucrania, seis décadas sin sosiego (II y fin) (+Foto)

Connecticut, EE.UU. (Prensa Latina) La componente mediática de la actual Crisis de Ucrania es una de las más malévolas, procaces e infames de la historia de la humanidad. Peor aún, ha tenido bastante éxito incluso entre sectores políticos “liberales” o “progresistas” de los EE.UU. y otros países.

José R. Oro*, colaborador de Prensa Latina

La demonización de Rusia y de Vladimir V. Putin en particular ha alcanzado niveles desconocidos y es aceptada mucho más allá de lo que su escaso valor merece. Algunos puntos en ese sentido son:

De la Crisis de Octubre a Ucrania, seis décadas sin sosiego (I) (+Fotos)

I. Las semanas iniciales de lucha demostraron que el mando ruso no tenía como objetivo tomar Kiyv, derrocar al gobierno de Zelensky e instalar un gobierno (“títere” al decir de los medios pro- Otanianos) en la metrópoli del Dniéper.

II. El plan del primer ministro soviético Nikita S. Jruschov para desplegar misiles nucleares rusos en Cuba, aunque fracasó en su intención de presentar a los Estados Unidos de John F. Kennedy con un “fait accompli” planeado originalmente para unos 45 días después del inicio de la Crisis, obtuvo algunos resultados tangibles.

III. La crisis de Ucrania es potencialmente más peligrosa que la Crisis de Octubre por la tecnología de las comunicaciones y su influencia en la opinión pública en comparación con la situación de 1962. En cambio, en el presente la primera detección de armas nucleares rusas o de los Estados Unidos/ OTAN en Ucrania, sea real o falsificada, provocaría un escándalo sin precedentes en los medios.

IV. La Crisis de Octubre tuvo lugar en un orden mundial dominado por dos superpotencias nucleares: Estados Unidos y la Unión Soviética. Aunque antagonistas y competidores de la Guerra Fría, los estadounidenses y los soviéticos eran ambos símbolos del «status quo» del orden internacional existente. La Rusia de hoy se opone fundamentalmente al orden internacional unipolar propugnado por los Estados Unidos y la sub- sirviente OTAN europea. Otras potencias emergentes, como China, están completamente configuradas en los planos económico y militar. Las futuras crisis nucleares tendrán lugar dentro de un sistema internacional de (al menos) tres superpotencias nucleares, añadiendo complejidad e indeterminación a un proceso ya delicado de gestión de crisis nuclear.

V. Los líderes de los Estados Unidos y la Unión Soviética en 1962 procedían de la generación de la Segunda Guerra Mundial. Los líderes de hoy en la OTAN han crecido en tiempos políticos y económicos mucho más favorables. Incluso sus fuerzas armadas participan de una cultura posmoderna que está muy alejada de las estoicas generaciones que soportaron la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.

VI. La toma de decisiones sensatas tiene en cuenta las incertidumbres del comportamiento de los líderes, incluidas las percepciones erróneas de las intenciones de los demás (lo rusos comprenden bien este punto, después del 22 de junio de 1941)

VII. Las armas nucleares no se prestan fácilmente a un uso fragmentario o desagregado para enviar mensajes políticos. Pero sería muy peligroso para los EE.UU. y la OTAN llevar ese criterio a un escenario de “gerencia de crisis” con Rusia.

VIII. La Crisis de los Misiles fue resuelta por dos de las partes (Estados Unidos y la Unión Soviética) en un plazo breve, la actual Crisis de Ucrania decae en combates de desgaste, la Unión Europea no estará motivada para aceptar a una Ucrania arrasada, arruinada y “radioactiva” para reconstruirla a sus expensas. La casi seguridad que el Pentágono haya estado desarrollando armas biológicas en Ucrania, solo hace este escenario más aterrador.

La actual crisis, no es realmente acerca de Ucrania; sino de los insensatos e imposibles propósitos de eliminar a Rusia como gran potencia y convertirla en un estado vasallo de los Estados Unidos y de la OTAN. Cuando comparamos la actual crisis en Ucrania con la Crisis de Octubre de 1962 nos vemos obligados a entrar a un análisis de cómo ven las partes estas situaciones, acorde con sus “doctrinas estratégicas”.

Herman Kahn, dijo en 1984 en su famoso libro “Pensando en lo impensable en los 80”, que hay una frontera delimitada entre las armas atómicas y las convencionales, ya que atravesar el umbral nuclear cambiaba la naturaleza de la guerra, que escalaría rápidamente a la destrucción total mutua.

Por su parte, Bernard Brodie, otro de los “estrategas nucleares” más relevantes, escribió ya en su libro de 1946 “El arma absoluta: poder atómico y orden mundial” lo siguiente:

“La primera y más vital decisión en cualquier programa de seguridad estadounidense para la era de las bombas atómicas, es tomar medidas para garantizar, en caso de ataque, que se pueda responder con un contraataque de contundencia similar… Hasta ahora, el objetivo principal de nuestro entramado militar ha sido ganar guerras. De ahora en adelante, su objetivo principal debe ser evitarlas”.

Sin embargo, las aseveraciones de Kahn y Brodie, desarrolladas en el entorno estratégico de la Guerra Fría, no encajan con el tipo de pensamiento imperialista actual, de que el gobierno ruso escalaría nuclearmente en Ucrania para derrotar los avances de las fuerzas convencionales ucranianas y sus supervisores de la OTAN.

La gran destrucción que producen las armas nucleares, hacía ineludible, se creía entonces, adoptar una falaz “estrategia de Limitación de Daños”. Esta estrategia artificiosa consiste en que, en caso de fracasar la disuasión, como la guerra atómica se creía ya inevitable, era mejor anticiparse y destruir (por ejemplo) el 90 por ciento del arsenal enemigo para que así nos causara el menor número de muertos.

Según esa lógica, sería mucho mejor luchar en una guerra nuclear en la que solo se sufran 10 millones de muertos que 100 millones.

La URSS también optó por una estrategia nuclear de respuesta masiva, la primera edición del famoso libro del mariscal Vasili D.

Sokolovsky ‘La estrategia militar soviética‘, abogaba por el uso total del armamento nuclear tanto táctico como estratégico contra el bloque occidental, esgrimiendo argumentos comparables con el de sus contrapartes de la OTAN. Si el conflicto en Cuba se hubiese disparado, las bases estadounidenses en Turquía e Italia habrían sido desaparecidas del mapa.

Hoy día está claro que una entrada directa de la OTAN, con tropas y medios de combate, o incluso una aceptación de la Ucrania cuasi- nazi en las filas de esa organización, lleva a un conflicto nuclear, sin muchas divagaciones doctrinarias. Lo mismo en Taiwán, si con el apoyo de los Estados Unidos la isla declara su independencia de China.

La crisis de los misiles cubanos fue únicamente de misiles nucleares. La crisis actual no se trata sólo de “amenazas” con misiles. Estados Unidos ha estado involucrado indirectamente en una confrontación militar a gran escala y prolongada con Rusia, proporcionando a Ucrania un amplio apoyo militar, de inteligencia y económico.

Lo que está en juego en la crisis actual es mayor para ambas partes que hace 60 años. Aunque Cuba fue de gran importancia simbólica y real tanto para Estados Unidos como para la Unión Soviética, el destino de Ucrania es más importante para el mundo, aunque a los cubanos nos irrite tal aseveración. Una derrota rusa pondría en riesgo no solo el nivel actual del liderazgo del Kremlin, sino también al Estado ruso mismo. Si Washington fracasa en Ucrania, sería el fin de la OTAN y de la fantasía unipolar de Estados Unidos.

Los arsenales nucleares de Rusia y de EE.UU. en 2023 son muy diferentes a los de1962, cuando no había misiles de alta precisión, las ojivas nucleares pequeñas y super pequeñas estaban aún en desarrollo. La línea entre la guerra nuclear y la convencional era muy clara. Para algunos, hoy un conflicto nuclear limitado sería “tolerable” en algunas circunstancias.

Hace 60 años, el nivel de respeto mutuo e incluso de confianza mutua entre Moscú y Washington era mucho mayor que en la actualidad. En los días decisivos de octubre de 1962, tanto John F. Kennedy como Nikita S. Jruschov creían que sus acuerdos se implementarían de una forma u otra. Hoy, ni Rusia ni EE.UU. tienen claro si llegarán a algún acuerdo.

Los principales canales de comunicación diplomática aún funcionaban durante la crisis de los misiles en Cuba. Hoy, el embajador ruso en los Estados Unidos, Anatoly Antonov, no tiene acceso directo a los altos funcionarios estadounidenses y la recién nombrada embajadora de Estados Unidos en Rusia, Lynne Tracy, menos aún. Son ambos de mucho menor nivel que sus homólogos de 1962.

Finalmente, creo necesario reiterar que tanto Jruschov como Kennedy experimentaron personalmente todos los horrores y penurias de la Segunda Guerra Mundial. . Por el contrario, Joe Biden y sus colegas Otanianos pertenecen a la generación de la posguerra.

Si bien la Crisis de los Misiles en Cuba y el conflicto en Ucrania son diferentes, es importante recordar lo que dijo el presidente Kennedy en American University el 10 de junio de 1963, seis meses después de que las dos superpotencias decidieran no matarse (y matarnos) por el momento:

“Sobre todo, defendiendo nuestros propios intereses vitales, las potencias nucleares deben evitar los enfrentamientos que lleven a un adversario a elegir entre una retirada humillante o una guerra nuclear. Adoptar ese tipo de curso en la era nuclear sería evidencia solo de la quiebra de nuestra política o de un deseo de muerte colectivo para el mundo”.

No cabe duda de que esas palabras están más vigentes que nunca.

(Fin de la segunda parte y final)

rm/jro

*Ingeniero cubano residente en los EE.UU.

(Tomado de Firmas Selectas)

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