Por Noel Domínguez
Periodista de Prensa Latina
Aquel día de 2013 nos propuso de inmediato hacer divulgación para que se reconociera en lo sucesivo cada 13 de agosto, aniversario del nacimiento de Fidel, como “el día de la lealtad”, atendiendo a la principal cualidad que debía distinguir a los que seguíamos al guía de la Revolución con fidelidad absoluta.
Ese mismo día, una hora más tarde, lo ratificó ante las cámaras de la televisión, en el espacio “Al mediodía”, junto con la exposición de anécdotas inéditas derivadas de los múltiples viajes integrando el equipo de prensa que acompañaba al Comandante en Jefe para dar cobertura a sus viajes al exterior.
Muy pronto, haciéndonos eco de la idea, lo pusimos en un artículo de este escribidor, lo sacó inmediatamente Néstor García en su blog “El Heraldo” y desde Argentina también se mostraron solidarios, entusiastas, varios amigos de Cuba a quienes consultamos.
Luis Báez (1936-2015) fue un prestigioso periodista cubano, participante de importantes acontecimientos históricos, particularmente después del triunfo de la Revolución cubana el 1 de enero de 1959, y autor de libros donde hizo constar su obra periodística.
Por su dedicación y entrega, mereció condecoraciones y reconocimientos, entre ellos, el Premio Nacional de Periodismo “José Martí”. El canciller de la Dignidad, Raúl Roa (1907-1982), lo calificó de «pluma afilada y vista de águila».
De las muchas cualidades de Báez, esa, su absoluta lealtad fidelista, lo identificaba haciéndolo sobresalir entre todos nosotros. Siempre fue correspondido por el Comandante en Jefe, quien entre grupos de periodistas, le bastaba vislumbrarlo para rodearlo con su largo brazo y apartarlo en conversaciones inaudibles.
Tiempo más tarde, esta peculiaridad también acontecía con el líder venezolano, Hugo Chávez Frías, quien lo distinguía durante cualquier actividad y lo hacía acercarse con la sinceridad y hermandad que profesaba a los cubanos.
EN PRIMERA LÍNEA
A pesar de sus ya evidentes limitaciones al caminar -motivadas por la avanzada diabetes, la gota y desarrollados achaques de artrosis-, se las arreglaba durante los viajes para sortear cuanto obstáculo se interpusiera a fin de estar en primera línea junto al resto de los periodistas que conformaban la comitiva, tanto en las sesiones de trabajo como en conferencias de prensa o encuentros bilaterales.
Durante el cumpleaños 75 del Comandante en Jefe, en 2001, sucedió cierta premura para el traslado desde la Isla de Margarita al estado de Bolívar, en Venezuela, para lo cual tuvo que abordarse un avión Hércules de la armada del país sudamericano, y fue necesario ayudarlo a subir entre varios compañeros dado lo alto de la puerta de acceso, pero se impuso la férrea voluntad.
Su olfato e instinto agudo de periodista, ya descubierto por Raúl Roa mucho tiempo antes, le permitía estar presente y alertar sobre las visitas imprevistas que realizaría el Comandante en Jefe fuera de lo oficialmente establecido a personalidades y amigos de la Revolución cubana en cualquier parte del mundo.
Así aconteció en 1999 con Oscar Niemeyer, en su estudio de Copacabana en Río de Janeiro, durante la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe-Unión Europea; y en Paraguay, en 2003, con el escritor Augusto Roa Bastos en su domicilio, tras la ceremonia de toma de posesión del nuevo presidente, Nicanor Duarte.
Sencillo, afable, modesto y compañero de todos, Luis Báez nunca optó por sobresalir por encima de otros, de sus cualidades y valía, mucho menos la que evidentemente el Comandante le profesaba. Incluso hasta solía tirarse en el piso o en la calle, o en cualquier otro sitio, para tomarle fotos al grupo de periodistas que integraba en las giras en el exterior.
Así de sencilla transcurrió la vida de Báez, casi enclaustrado durante los últimos años en su pequeño apartamento en el Vedado, desplazándose en el vetusto Lada para ir a sus múltiples lanzamientos de libros, en los que se hacía rodear de los amigos.
Obsesivo fue su empeño para que las editoriales terminaran de sacar a la luz sus dos últimas obras, verdaderas joyas literarias como las restantes, dada su sagacidad periodística y el magisterio de las entrevistas. Parecía que presagiaba el poco tiempo que le restaba. Sus propias memorias, tantas veces por él relegadas, quedarían inconclusas.
Una de ellas estaba dedicada a monseñor Carlos Manuel de Céspedes, con significativas revelaciones y apreciaciones del sacerdote hacia Fidel y Raúl Castro, así como para nuestros Cinco Héroes (Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, René González y Fernando González), en coautoría con otro prestigioso periodista, Pedro de la Hoz.
Hizo de esto su último batallar, impregnándole toda persistencia y entusiasmo tan característico en él, que a veces resultaba compulsivo.
Me hizo saber en conversación telefónica y con denodada alegría el lanzamiento previsto para el 19 de febrero (de 2015) en la Casa del Alba Cultural, conminándome para que no dejara de hacer anécdotas sobre los protagonistas, pero no alcanzó a ver el que sería un best-seller póstumo. Falleció 10 días antes del acontecimiento, el 9 de febrero.
El otro de estos títulos versaba sobre la vida y obra del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, basado en acuciosas entrevistas a sus padres, realizado también junto a Pedro de la Hoz, y sería presentado en 2016.
Después de cumplir con guardia de honor a Luis Báez y su enaltecido quehacer revolucionario, y observando detenidamente la hermosa ofrenda floral que le remitiera el Comandante en Jefe, me dije: Hermano, tu lealtad fidelista siempre quedará registrada como quimera a continuar en el corazón de los que te admiramos y reconocieron.
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