Ecuatoriano que no coma fanesca, está cometiendo un grave pecado, esta es probablemente la frase más escuchada por estos días en restaurantes, hogares y calles del país andino.
La tradición es comerla desde el miércoles de Ceniza hasta el Viernes Santo.
La fanesca es el resultado del mestizaje de la cultura occidental con la andina. Sus creencias religiosas se fusionan y dan como origen a esta curiosa sopa.
Cuentan que, en la época de la colonia, durante los viajes que se realizaban desde Europa hacia el “nuevo continente”, uno de los problemas con el que tenían que lidiar, tanto la tripulación como los pasajeros, era aprovisionarse para un largo viaje sobre las aguas.
Esto provocaba que la comida destinada a las tripulaciones en carabelas y embarcaciones se preparase con todo lo que había en la despensa, desde bizcochos, arvejas, habas, lentejas o garbanzos.
Los filetes de bacalao seco y salado, tanto por su fácil obtención como por su duración en la intemperie, daban sabor a este plato.
De ahí que muchos aseguren que la fanesca desembarcó en América como un potaje de supervivencia que se elabora con una base de zambo, especie de calabaza con sabor salado, y el zapallo (calabaza amarilla).
Luego se acompaña de masitas de harina, empanadas y rodajas de maqueño frito, una variedad de plátano dulce.
El reconocimiento de este plato en el Ecuador es tal, que la nación andina le dedica cada año, por estos días de festejos religiosos, un festival denominado Fanescón 2023.
Este año se celebra la segunda edición del evento en la ciudad de Loja, al sur de Ecuador.
De acuerdo con el chef lojano Luis Alvear este evento sirve para promover la gastronomía típica y el turismo.
La palabra fanesca fue reconocida por la Real Academia de la Lengua Española en 2001 como un ecuatorianismo.
En los comercios de la ciudad, el plato se ofrece por estos días desde tres hasta 20 dólares.
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