La investigación del Instituto de Inteligencia en Pesquisa y Consultoría Estratégica (IPEC) indica además que quienes consideran la administración como regular son un 30 por ciento, mientras de malo o pésimo suman 26. Solo un seis por ciento desconoce o no respondió.
Con relación al estudio anterior, divulgado el pasado 19 de marzo, la evaluación positiva de Lula osciló dos puntos porcentuales para abajo, pasando del 41 al 39 por ciento. La reprobación varió dos puntos arriba, de 24 para 26.
El IPEC también indagó entre los entrevistados si ellos aprobaban o no la forma en que gobierna el fundador del Partido de los Trabajadores (PT).
Los que afirmaron si son el 54 por ciento, frente a 37 que desaprueban. Aquellos que no saben o no respondieron suman nueve por ciento.
En el estudio anterior, el exsindicalista tenía el 57 por ciento de asentimiento y 35 de desaprobación.
Según el Instituto, poco más de la mitad de los brasileños (52 por ciento) confía en Lula, frente a un 44 que no. En la muestra precedente, el 53 por ciento dijo que confiaba y un 43 que no.
La indagación escuchó a dos mil votantes en 128 municipios entre el 1 y 5 de abril, con un margen de error de dos puntos porcentuales para más o menos y nivel de confianza del 95 por ciento.
Por tercera vez, el pasado 30 de octubre, el extornero mecánico, candidato del PT, fue elegido para gobernar Brasil, 12 años después de dejar el cargo.
Lula ganó la segunda vuelta de sufragio con 50,90 por ciento de los votos válidos, mientras que el exmandatario de tendencia ultraderechista Jair Bolsonaro, quien ambicionaba reelegirse por el Partido Liberal, recibió 49,10.
Ambos disputaron el balotaje por no lograr en el primer pleito del 2 de octubre la mayoría absoluta de las papeletas, es decir, más de la mitad de válidas (excluidas blancas y nulas), como establece la legislación para ser electo presidente.
Con la campaña Brasil volvió, el Gobierno de Lula cumplió la víspera tres meses, marcados por colocar el andamio social en el centro de su desempeño.
«Los problemas heredados eran tantos y en tantos frentes que el término reconstrucción fue incorporado al eslogan del Gobierno federal, precedido de otra palabra clave: unión. No hay dos Brasil, el Brasil de quien votó por mí y el Brasil de quien votó por otro candidato. Somos una nación», escribió el exdirigente obrero.
Rasgueó en el diario Correio Braziliense que en estas primeras 100 jornadas, «trabajamos incansablemente para devolver la dignidad y la calidad de vida al pueblo brasileño, especialmente a los 33 millones de víctimas del hambre».
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