Los científicos del Instituto de Biociencia Molecular del centro universitario hallaron las neurotoxinas de estos insectos, mientras estudiaban la hormiga verde australiana y la hormiga bala sudamericana, que tienen picaduras que causan un dolor duradero.
“Demostramos que estos venenos de hormigas se dirigen a nuestras células nerviosas que envían señales de dolor”, dijo el doctor Sam Robinson, integrante del equipo.
Explicó que normalmente los canales de sodio en estas neuronas sensoriales se abren solo brevemente en respuesta a un estímulo.
“Descubrimos que las toxinas de las hormigas se unen a los canales de sodio y hacen que se abran más fácilmente y permanezcan abiertos y activos, lo que se traduce en una señal de dolor duradera”, subrayó.
Detalló que las picaduras de hormigas bala pueden ser dolorosas hasta por 12 horas y es un dolor profundo que se siente en los huesos, con sudoración y piel de gallina, muy diferente del impacto de 10 minutos de una picadura de abeja típica.
Robinson comentó que la investigación sobre cómo funciona el dolor puede ayudar a desarrollar nuevas formas de tratarlo.
«Estas neurotoxinas que se dirigen a los canales de sodio son exclusivas de las hormigas, nadie ha encontrado nada que se vea o actúe de la misma manera, por lo que ahora tenemos un nuevo conjunto de herramientas con las que trabajar», precisó.
Las hormigas desarrollaron sus neurotoxinas defensivas para protegerse de los depredadores durante la época de los dinosaurios y desde entonces se han convertido en uno de los grupos de animales más exitosos de la Tierra, de acuerdo con la publicación especializada.
npg/lpn
