ESCÁNER: Tristán Bauer por un cine soberano para Latinoamérica (Audio +Fotos)
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Buenos Aires (Prensa Latina) Desde que asumió como ministro de Cultura de Argentina hace justo un año, Tristán Bauer tuvo que dejar momentáneamente su gran pasión, el cine, para sumergirse de lleno en la nueva responsabilidad.
Sin tiempo para el descanso, sobre todo en esta época de pandemia, en estos meses intensos, el destacado documentalista y realizador, tras aceptar las riendas de una cartera compleja, siempre tiene su agenda copada y va de una provincia a otra para conocer in situ los problemas del sector, uno de los más afectados por la Covid-19.
Han pasado cuatro años desde la última vez que dialogó en exclusiva con Prensa Latina después de dejar la presidencia de la Radio y Televisión Pública, cargo al que renunció en diciembre de 2015 luego de la asunción del gobierno de Mauricio Macri.
Durante ese período no dejó de trabajar y realizó dos documentales, uno de ellos sobre el caso de la desaparición del joven argentino Santiago Maldonado y Tierra Arrasada, definida como una crónica de los cuatro años de gestión de Macri y de la resistencia de los más humildes contra la crisis económica a la que arrastró al país.
Con varios guiones en pausa, Bauer dialogó nuevamente con Prensa Latina sobre la situación actual del cine argentino, su impacto por la pandemia de la Covid-19 y la llegada de nuevas plataformas que cambian la forma de hacer y mirar películas, entre otros temas, donde no puede faltar su cariño a uno de los festivales que lleva en el corazón, el de La Habana.

Tristán Bauer, ministro de Cultura de Argentina
Prensa Latina (PL): ¿Cuánto ha marcado el cine argentino a América Latina y cuál considera que es la época más significativa de sus creadores?
Tristán Bauer (TB): Desde el nacimiento del cine con los hermanos Lumière, aquellas cámaras llegaron rápidamente a este continente y se empezó a desarrollar la génesis de las industrias de la cinematografía, dentro de ellas México, Brasil y Argentina fueron muy fuertes y sin dudas influyeron mucho.
Se puede hablar de distintos momentos, en los años 30 y 50, la denominada época dorada del cine argentino, con esas copias que viajaban por toda América Latina fundamentalmente con Pepe Arias, Tita Merello, Libertad Lamarque, las películas de Gardel.
El cine argentino tuvo una influencia muy fuerte en la región, así como también a finales de los 50 el nacimiento de la escuela cinematográfica de la mano de Fernando Birri.
Impactado por el cine de Italia, Birri viajó a ese país, a la escuela de Cinecittá, y allí conoció al colombiano Gabriel García Márquez y al cubano Tomás Gutiérrez Alea (Titón). Era un mundo muy distinto, donde el cine circulaba únicamente bajo la forma de las copias cinematográficas y la correspondencia postal, no existía el video.
Ese encuentro de Birri, Gabo y Titón fue clave. Cuando Birri volvió a Argentina creó la escuela de cine y generó un impacto muy fuerte en aquello que se denominó el Nuevo Cine Latinoamericano, muy marcado también por Fernando Pino Solanas, por esos encuentros del 67 y 69 en Viña del Mar. A partir de ahí surge una cinematografía que se empieza a interconectar cada vez más.
Después viene otra etapa importante con el renacimiento de la democracia en Argentina de la mano del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989). Nace la dirección de la presidencia del Instituto Nacional de Cinematografía de Manuel Antín, con esas películas de Luis Puenzo, de María Luisa Bemberg, que tuvieron un recorrido internacional importante.
Argentina gana por primera vez un Oscar. Luego en los años 90 vendría el denominado Nuevo Cine con Lucrecia Martel, con Bruno Stagnaro y tantos cineastas. Creo que como lo ha hecho México y Brasil y después cinematografías como la chilena, la colombiana o la cubana, esta nación en su tradición ha tenido una fuerte influencia en el resto del continente.
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PL: Como director, ¿cuál cree que es el desafío que enfrenta hoy el séptimo arte argentino, marcado por la pandemia? ¿Cuánto se avanza y cuánto falta por hacer en un contexto cada vez más complejo?
TB: Con la llegada de la pandemia, uno de los sectores más vulnerados fue el de las industrias culturales y particularmente el de la cinematográfica ya que por un lado fueron cerrando las salas en el mundo entero y también se paralizaron los rodajes. Ha sido verdaderamente muy duro.
También la Covid-19 nos deja enseñanzas como ese territorio virtual que tanto había crecido desde el nacimiento de internet y consolidado de la mano de las redes sociales, con la irrupción de nuevas plataformas, descubrimos una nueva manera de ver el cine, que no solo adquiere la forma de largometrajes, sino de una enorme producción de series.
Sin dudas encontramos un mundo nuevo, con problemáticas nuevas y con oportunidades, la pandemia fue durísima. Aparece ahí el Estado con un rol central y la reflexión de cómo se reacomoda toda la industria y cómo esta nueva manera virtual de disfrutar y acceder al cine adquiere otras posibilidades, otras formas, cadenas de valores y otro mercado. ( Audio )
PL: ¿Cómo influye la llegada de otras maneras de ver hoy cine con plataformas como Netflix o Amazon Prime?
TB: La irrupción de las plataformas como Netflix o Amazon Prime son parte de esta verdadera revolución tecnológica que vive la humanidad. Nunca se había vivido una transformación tan profunda e intensa en un período de tiempo tan breve y esta revolución tiene una centralidad en la comunicación y ahí aparece muy fuertemente esta industria cinematográfica.
Una industria transformada en su totalidad. Por ejemplo, decimos que vamos a filmar, pero en realidad lo que estamos haciendo es la creación de un sistema digital almacenando en una memoria y la producción es muy distinta a la que se hacía años atrás en una moviola cortando y pegando fragmentos de películas.
Debemos entender estos fenómenos, la transformación es absoluta, nuevas cadenas de valores, nuevas empresas que hasta hace muy poco ni existían y hoy hasta medidas en términos económicos son las que mejor ranquean en una tabla internacional y llegan a una cantidad de espectadores a nivel global casi inimaginables.
Por otro lado, la aparición de la inteligencia artificial. Quienes administran estas plataformas tienen acceso a bases de datos con mucha información de los espectadores, qué es lo que ven, cómo lo eligen, a qué hora, cuáles son los hábitos de consumo, la segmentación, cuánto público tiene un documental o una serie, un drama o un filme de humor.
Esas bases de datos quién las administra, no solo son emisores se han transformado en productores y tienen una base de información para reorientar esa producción de manera que es un fenómeno nuevo, complejo, estas plataformas muchas veces emiten desde centrales que no están en los países de América Latina.
Hay ahí todo un tema impositivo que debe ser analizado al igual que el derecho de autor. Lo importante es para la producción de América Latina habitar este nuevo sistema y por supuesto el rol del Estado para legislar y generar esa palabra clave que es soberanía.

PL: ¿Considera que desde espacios como el ALBA, la Celac o la propia Unasur se puede crear alguna plataforma para apuntalar aún más el cine en la región?
TB: Si decíamos que el rol de los Estados es central para comprender, interpretar y actuar sobre esta nueva modalidad que adquiere la industria, cuanto más lo son las organizaciones regionales como ALBA, Celac o Unasur para trabajar todo eso en forma mancomunada.
Una vez más, aquellos que nos enseñaron nuestros libertadores Simón Bolívar, San Martín, un continente verdaderamente unido para dar respuestas que son culturales fundamentalmente, pero también comerciales y tienen que ver además con la defensa simbólica de la soberanía.
Lo que decía (el héroe nacional de Cuba) José Martí, nuestra América, trabajar de forma conjunta. Decididamente trabajar con estos organismos internacionales se torna hoy una necesidad.
PL: ¿Cómo ha logrado abrirse paso la industria del cine argentino frente a las maquinarias de Hollywood en las salas?
TB: Estamos viviendo tiempos vertiginosos donde la transformación de estas industrias y mercados a veces nos cuesta terminar de comprenderla, son fenómenos que se desarrollan con rapidez, casi con la misma rapidez que circula esa información a nivel global por las fibras ópticas.
Pensemos en esas plataformas, en la materialidad que tienen todos estos sistemas en manos de muy pocos y muy poderosos. Nuevamente David y Goliat, por ello la necesidad de organizarnos y no transformarnos en consumidores, sino en productores y de defender un concepto que para nosotros es fundamental como lo es la diversidad cultural.
Cada uno de los países con sus tradiciones y su contemporaneidad, ir produciendo sus particulares maneras de ver el mundo y luchar contra esos discursos y estéticas hegemónicas que lo único que quieren es a nuestros niños, los capturan como espectadores desde muy chiquitos, a nuestros jóvenes y adultos mayores.
Se hace necesario brindarles la posibilidad de un abanico de diversidades muy abierto y no en una sola lógica, no en un solo cine, no en una sola manera de ver el mundo, sino en la forma que surge de cada una de nuestras regiones y tradiciones.
Es importante el rol de los Estados y de una América Latina unida a través de nuestros organismos, compartir en festivales, en el tema de las coproducciones, fortalecer grupos de análisis para comprender esta transformación profunda.
Además, con poderes legislativos que reglamenten y sepan legislar en temas impositivos, en derecho de autor, en formación, en creación de escuelas, todo un diapasón de acciones que debemos impulsar y desarrollar y que desde el Ministerio de Cultura de Argentina lo vamos a continuar haciendo.

PL: ¿Qué recuerdos atesora del festival de cine de La Habana?
TB: Del festival guardo los mejores recuerdos desde que viajé por primera vez a Cuba en 1983. A partir de ahí tuve un contacto permanente con el comité de cineastas, con la Fundación de Cine Latinoamericano, tantos encuentros con creadores, actores, técnicos y ese lugar central y extraordinario para conocernos y reconocernos que fue y es el festival.
Recuerdo siempre la presencia de Alfredo Guevara, sus discursos, la presencia de Fidel Castro, quien nos sorprendía cuando nos contaba las películas que había visto y el análisis que hacía de ellas, con su claridad de siempre hablaba de la importancia del cine latinoamericano.
Y también hablaba de la importancia que tendría después ese sueño que se transformó en realidad, en esa escuela de los tres mundos como lo es la de San Antonio de los Baños, hija del festival.
La cita de La Habana es el lugar donde uno llega con su obra y la puede compartir con el otro, pero descubre un universo lamentablemente de difícil acceso porque una de las situaciones que debemos modificar es que hoy resulta muy difícil en Argentina ver cine boliviano, en Bolivia ver cine cubano, en Venezuela ver cine colombiano, es un intercambio que no se da.
Entonces llegar a Cuba una vez por año y ver esa selección de documentales y largometrajes de ficción tan bien curados y presentados, con los debates posteriores, es y ha sido un enriquecimiento para todos nosotros. Llevo en mi corazón los mejores recuerdos de ese festival, amigos que ya no están, pero muchos que hoy lo siguen desarrollando e impulsando.
arb/may
*Corresponsal de Prensa Latina en Argentina
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Maylín Vidal *
Buenos Aires (Prensa Latina) Desde que asumió como ministro de Cultura de Argentina hace justo un año, Tristán Bauer tuvo que dejar momentáneamente su gran pasión, el cine, para sumergirse de lleno en la nueva responsabilidad.
Sin tiempo para el descanso, sobre todo en esta época de pandemia, en estos meses intensos, el destacado documentalista y realizador, tras aceptar las riendas de una cartera compleja, siempre tiene su agenda copada y va de una provincia a otra para conocer in situ los problemas del sector, uno de los más afectados por la Covid-19.
Han pasado cuatro años desde la última vez que dialogó en exclusiva con Prensa Latina después de dejar la presidencia de la Radio y Televisión Pública, cargo al que renunció en diciembre de 2015 luego de la asunción del gobierno de Mauricio Macri.
Durante ese período no dejó de trabajar y realizó dos documentales, uno de ellos sobre el caso de la desaparición del joven argentino Santiago Maldonado y Tierra Arrasada, definida como una crónica de los cuatro años de gestión de Macri y de la resistencia de los más humildes contra la crisis económica a la que arrastró al país.
Con varios guiones en pausa, Bauer dialogó nuevamente con Prensa Latina sobre la situación actual del cine argentino, su impacto por la pandemia de la Covid-19 y la llegada de nuevas plataformas que cambian la forma de hacer y mirar películas, entre otros temas, donde no puede faltar su cariño a uno de los festivales que lleva en el corazón, el de La Habana.
Tristán Bauer, ministro de Cultura de Argentina
Prensa Latina (PL): ¿Cuánto ha marcado el cine argentino a América Latina y cuál considera que es la época más significativa de sus creadores?
Tristán Bauer (TB): Desde el nacimiento del cine con los hermanos Lumière, aquellas cámaras llegaron rápidamente a este continente y se empezó a desarrollar la génesis de las industrias de la cinematografía, dentro de ellas México, Brasil y Argentina fueron muy fuertes y sin dudas influyeron mucho.
Se puede hablar de distintos momentos, en los años 30 y 50, la denominada época dorada del cine argentino, con esas copias que viajaban por toda América Latina fundamentalmente con Pepe Arias, Tita Merello, Libertad Lamarque, las películas de Gardel.
El cine argentino tuvo una influencia muy fuerte en la región, así como también a finales de los 50 el nacimiento de la escuela cinematográfica de la mano de Fernando Birri.
Impactado por el cine de Italia, Birri viajó a ese país, a la escuela de Cinecittá, y allí conoció al colombiano Gabriel García Márquez y al cubano Tomás Gutiérrez Alea (Titón). Era un mundo muy distinto, donde el cine circulaba únicamente bajo la forma de las copias cinematográficas y la correspondencia postal, no existía el video.
Ese encuentro de Birri, Gabo y Titón fue clave. Cuando Birri volvió a Argentina creó la escuela de cine y generó un impacto muy fuerte en aquello que se denominó el Nuevo Cine Latinoamericano, muy marcado también por Fernando Pino Solanas, por esos encuentros del 67 y 69 en Viña del Mar. A partir de ahí surge una cinematografía que se empieza a interconectar cada vez más.
Después viene otra etapa importante con el renacimiento de la democracia en Argentina de la mano del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989). Nace la dirección de la presidencia del Instituto Nacional de Cinematografía de Manuel Antín, con esas películas de Luis Puenzo, de María Luisa Bemberg, que tuvieron un recorrido internacional importante.
Argentina gana por primera vez un Oscar. Luego en los años 90 vendría el denominado Nuevo Cine con Lucrecia Martel, con Bruno Stagnaro y tantos cineastas. Creo que como lo ha hecho México y Brasil y después cinematografías como la chilena, la colombiana o la cubana, esta nación en su tradición ha tenido una fuerte influencia en el resto del continente.
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PL: Como director, ¿cuál cree que es el desafío que enfrenta hoy el séptimo arte argentino, marcado por la pandemia? ¿Cuánto se avanza y cuánto falta por hacer en un contexto cada vez más complejo?
TB: Con la llegada de la pandemia, uno de los sectores más vulnerados fue el de las industrias culturales y particularmente el de la cinematográfica ya que por un lado fueron cerrando las salas en el mundo entero y también se paralizaron los rodajes. Ha sido verdaderamente muy duro.
También la Covid-19 nos deja enseñanzas como ese territorio virtual que tanto había crecido desde el nacimiento de internet y consolidado de la mano de las redes sociales, con la irrupción de nuevas plataformas, descubrimos una nueva manera de ver el cine, que no solo adquiere la forma de largometrajes, sino de una enorme producción de series.
Sin dudas encontramos un mundo nuevo, con problemáticas nuevas y con oportunidades, la pandemia fue durísima. Aparece ahí el Estado con un rol central y la reflexión de cómo se reacomoda toda la industria y cómo esta nueva manera virtual de disfrutar y acceder al cine adquiere otras posibilidades, otras formas, cadenas de valores y otro mercado. ( Audio )
PL: ¿Cómo influye la llegada de otras maneras de ver hoy cine con plataformas como Netflix o Amazon Prime?
TB: La irrupción de las plataformas como Netflix o Amazon Prime son parte de esta verdadera revolución tecnológica que vive la humanidad. Nunca se había vivido una transformación tan profunda e intensa en un período de tiempo tan breve y esta revolución tiene una centralidad en la comunicación y ahí aparece muy fuertemente esta industria cinematográfica.
Una industria transformada en su totalidad. Por ejemplo, decimos que vamos a filmar, pero en realidad lo que estamos haciendo es la creación de un sistema digital almacenando en una memoria y la producción es muy distinta a la que se hacía años atrás en una moviola cortando y pegando fragmentos de películas.
Debemos entender estos fenómenos, la transformación es absoluta, nuevas cadenas de valores, nuevas empresas que hasta hace muy poco ni existían y hoy hasta medidas en términos económicos son las que mejor ranquean en una tabla internacional y llegan a una cantidad de espectadores a nivel global casi inimaginables.
Por otro lado, la aparición de la inteligencia artificial. Quienes administran estas plataformas tienen acceso a bases de datos con mucha información de los espectadores, qué es lo que ven, cómo lo eligen, a qué hora, cuáles son los hábitos de consumo, la segmentación, cuánto público tiene un documental o una serie, un drama o un filme de humor.
Esas bases de datos quién las administra, no solo son emisores se han transformado en productores y tienen una base de información para reorientar esa producción de manera que es un fenómeno nuevo, complejo, estas plataformas muchas veces emiten desde centrales que no están en los países de América Latina.
Hay ahí todo un tema impositivo que debe ser analizado al igual que el derecho de autor. Lo importante es para la producción de América Latina habitar este nuevo sistema y por supuesto el rol del Estado para legislar y generar esa palabra clave que es soberanía.
PL: ¿Considera que desde espacios como el ALBA, la Celac o la propia Unasur se puede crear alguna plataforma para apuntalar aún más el cine en la región?
TB: Si decíamos que el rol de los Estados es central para comprender, interpretar y actuar sobre esta nueva modalidad que adquiere la industria, cuanto más lo son las organizaciones regionales como ALBA, Celac o Unasur para trabajar todo eso en forma mancomunada.
Una vez más, aquellos que nos enseñaron nuestros libertadores Simón Bolívar, San Martín, un continente verdaderamente unido para dar respuestas que son culturales fundamentalmente, pero también comerciales y tienen que ver además con la defensa simbólica de la soberanía.
Lo que decía (el héroe nacional de Cuba) José Martí, nuestra América, trabajar de forma conjunta. Decididamente trabajar con estos organismos internacionales se torna hoy una necesidad.
PL: ¿Cómo ha logrado abrirse paso la industria del cine argentino frente a las maquinarias de Hollywood en las salas?
TB: Estamos viviendo tiempos vertiginosos donde la transformación de estas industrias y mercados a veces nos cuesta terminar de comprenderla, son fenómenos que se desarrollan con rapidez, casi con la misma rapidez que circula esa información a nivel global por las fibras ópticas.
Pensemos en esas plataformas, en la materialidad que tienen todos estos sistemas en manos de muy pocos y muy poderosos. Nuevamente David y Goliat, por ello la necesidad de organizarnos y no transformarnos en consumidores, sino en productores y de defender un concepto que para nosotros es fundamental como lo es la diversidad cultural.
Cada uno de los países con sus tradiciones y su contemporaneidad, ir produciendo sus particulares maneras de ver el mundo y luchar contra esos discursos y estéticas hegemónicas que lo único que quieren es a nuestros niños, los capturan como espectadores desde muy chiquitos, a nuestros jóvenes y adultos mayores.
Se hace necesario brindarles la posibilidad de un abanico de diversidades muy abierto y no en una sola lógica, no en un solo cine, no en una sola manera de ver el mundo, sino en la forma que surge de cada una de nuestras regiones y tradiciones.
Es importante el rol de los Estados y de una América Latina unida a través de nuestros organismos, compartir en festivales, en el tema de las coproducciones, fortalecer grupos de análisis para comprender esta transformación profunda.
Además, con poderes legislativos que reglamenten y sepan legislar en temas impositivos, en derecho de autor, en formación, en creación de escuelas, todo un diapasón de acciones que debemos impulsar y desarrollar y que desde el Ministerio de Cultura de Argentina lo vamos a continuar haciendo.
PL: ¿Qué recuerdos atesora del festival de cine de La Habana?
TB: Del festival guardo los mejores recuerdos desde que viajé por primera vez a Cuba en 1983. A partir de ahí tuve un contacto permanente con el comité de cineastas, con la Fundación de Cine Latinoamericano, tantos encuentros con creadores, actores, técnicos y ese lugar central y extraordinario para conocernos y reconocernos que fue y es el festival.
Recuerdo siempre la presencia de Alfredo Guevara, sus discursos, la presencia de Fidel Castro, quien nos sorprendía cuando nos contaba las películas que había visto y el análisis que hacía de ellas, con su claridad de siempre hablaba de la importancia del cine latinoamericano.
Y también hablaba de la importancia que tendría después ese sueño que se transformó en realidad, en esa escuela de los tres mundos como lo es la de San Antonio de los Baños, hija del festival.
La cita de La Habana es el lugar donde uno llega con su obra y la puede compartir con el otro, pero descubre un universo lamentablemente de difícil acceso porque una de las situaciones que debemos modificar es que hoy resulta muy difícil en Argentina ver cine boliviano, en Bolivia ver cine cubano, en Venezuela ver cine colombiano, es un intercambio que no se da.
Entonces llegar a Cuba una vez por año y ver esa selección de documentales y largometrajes de ficción tan bien curados y presentados, con los debates posteriores, es y ha sido un enriquecimiento para todos nosotros. Llevo en mi corazón los mejores recuerdos de ese festival, amigos que ya no están, pero muchos que hoy lo siguen desarrollando e impulsando.
arb/may
*Corresponsal de Prensa Latina en Argentina
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