Guatemala 2020 a la manera de Alejandro Giammattei
Guatemala 2020 a la manera de Alejandro Giammattei
Guatemala 2020 a la manera de Alejandro Giammattei

Guatemala (Prensa Latina) Guatemala despide un 2020 definido por la pandemia de la Covid-19, pero sobre todo por la primera crisis política y social del gobierno de Alejandro Giammattei, quien vio irse al piso su popularidad en corto tiempo.
El 14 de enero, Giammattei tomó posesión con el compromiso de luchar contra la pobreza, la desnutrición, las maras y las prácticas corruptas como ejes principales de su mandato de cuatro años, a la par de promover una pospuesta reforma educativa y recuperar la confianza en las instituciones del Estado como herencia de su antecesor, Jimmy Morales.
A su manera -parodiando el título de la famosa canción que presidió la entrada a la ceremonia protocolar-, agradeció la confianza depositada en las urnas y dijo honrarla con esfuerzo y dedicación para ser recordado 'por escuchar a todos' y 'trabajar para todos'.
'Y si nos juntamos, y si dejamos que nuestro amor por Guatemala sea quien dirija nuestras decisiones, y si en vez de mirar atrás vemos hacia delante, y si juntos definimos el camino que de una vez por todas nos lleve a la construcción de una Guatemala diferente', pidió el curtido político de 63 años, un ruego que a la larga se vio obligado a repetir en múltiples ocasiones.
Su discurso de mano dura contra las pandillas lo concretó bien temprano con el envío al Congreso de una polémica iniciativa de ley para declararlas como grupos terroristas y poco después decretar varios Estados de prevención, al punto de gobernar bajo esa figura en los primeros meses.
Pero un enemigo silencioso -sin partido político, clase social, ni ideología- llegó en marzo para trastocar todos los planes y sacar poco a poco a la luz la cara de un gobierno que quedó oculta bajo los aplausos y la euforia del 14 de enero en el teatro Miguel Ángel Asturias.
Era, y es aún, el llamado nuevo coronavirus SARS-CoV-2, la gran pesadilla de casi todos los presidentes a nivel mundial y más para el guatemalteco, médico de profesión.
Aunque ya desde febrero se venía monitoreando la incidencia mundial de la Covid-19, fue pasado el mediodía del viernes 13 de marzo cuando el jefe de Estado anunció en cadena nacional la entrada al país de la enfermedad en un joven de 24 años, proveniente de Europa.
Dos días después ocurría la primera muerte, otra persona mayor de 60 años, del mismo destino, y el 16 de marzo el Gobierno imponía un cierre de todas las fronteras para intentar contener la transmisión.
Entre marzo y abril el país se detuvo y, por mandato presidencial, se suspendió el curso escolar y la mayoría de actividades sociales, incluidas las procesiones de Semana Santa, algo inimaginable. Las calles vacías en la noche eran el preludio del huracán: la debacle económica, miles de contagios y de muertes.
Las restricciones a la movilidad durante abril y mayo se sintieron en el empleo y evidenciaron rápidamente el secreto a voces de ser uno de los países con mayor desigualdad en la distribución de la riqueza y población en la informalidad (80 por ciento).
Conforme iban creciendo los contagios, la comida escaseó en muchos hogares pobres y comenzaron a verse las primeras banderas blancas, una señal de que Guatemala tenía hambre.
En un inicio las imágenes llegaban desde comunidades y aldeas remotas, pero después invadieron las principales arterias de la ciudad, donde familias completas salían a pedir ayuda junto a las que ya tradicionalmente lo hacían en los semáforos.
De pronósticos iniciales de 3,5 por ciento de crecimiento económico, el Banco Central comenzó a dudar del salto en la medida en que crecía la magnitud de la enfermedad y sus daños colaterales con el corte del ciclo de producción, distribución, intercambio y consumo de servicios.
Recién anunció que la contracción será del -1,5 por ciento, una cifra negativa desde los tiempos del conflicto armado interno y el optimismo lo aplazan para 2021, cuando confía la recuperación a la entrada en escena de una vacuna, aunque su fecha más cercana apunta a marzo.
Como ante otras catástrofes, el apoyo solidario de los guatemaltecos creció ante la demora del Ejecutivo para implementar un millonario paquete de ayuda aprobado por el Congreso en función de combatir la pandemia y paliar su impacto económico en las poblaciones más vulnerables.
Los fondos dieron vida a 14 programas sociales enfocados en subsidios a servicios básicos, trabajadores, al empleo, la pequeña y mediana empresa, al adulto mayor… Sin embargo, al concluir la sexta prórroga del Estado de Calamidad Pública a finales de septiembre, solo seis ejecutaron sus recursos al 100 por ciento, llovían los indicios de corrupción y la ciudadanía comenzó a cuestionar con más fuerza a Giammattei sobre el destino de la ayuda.
Una pregunta reiterada a viva voz marcó en el despertar de las protestas en la Plaza durante agosto último: ¿Dónde está el dinero? Sobre todo, cuando el depauperado sistema sanitario público explotó por la sobrecarga de pacientes, más de mil diarios y con 0,4 médicos por cada mil guatemaltecos.
La ineficacia del Ministerio de Salud Pública fue más evidente que nunca, incluso para dotar a sus médicos de los más elementales recursos de protección y pagarle los salarios conveniados, además de falta de medicamentos, poca transparencia en el manejo de los datos públicos y denuncias de corrupción en la compra de pruebas de Covid-19.
Por mucho que trató de acuerpar a su ministro Hugo Monroy, el jefe de Estado se vio obligado a sustituirlo en junio y nombrar como sucesor a Amelia Flores, quien encaminó a su favor las relaciones con los medios de comunicación y trabajó de conjunto con la Comisión Presidencial de Atención a la Emergencia en la creación de los protocolos para la reapertura paulatina a finales de julio.
EL ESTALLIDO DE LA PLAZA
Si bien el 15 de agosto los guatemaltecos se plantaron sin miedo en la capitalina Plaza de la Constitución para expresar el descontento contra el manejo de los fondos por parte de Giammattei y sus rasgos autoritarios de gobierno, el despertar ciudadano -como en 2015- ocurrió el sábado 21 de noviembre.
El detonante del rechazo generalizado fue la aprobación del Presupuesto 2021 por el Congreso en la madrugada del miércoles 18 de noviembre, de urgencia nacional, sin margen para su análisis y evidente muestra de arreglos a favor del clientelismo y la opacidad en la distribución de los recursos, como denunció un pequeño grupo de oposición, pues no hubo oportunidad para debate.
La Presidencia, por su parte, también contribuyó a encender la chispa de un malestar social en apariencia dormido. Disímiles organizaciones civiles, estudiantiles, religiosas, e incluso la Cámara Empresarial y el propio vicepresidente, pidieron a Giammattei su veto al cuestionado plan de gastos y este salió en una oportunidad para defenderlo y en otra, para confirmar que lo aprobaría.
La convocatoria a la protesta corrió rápido en las redes sociales como las llamas en el Congreso que dieron la vuelta al mundo ese histórico 21 de noviembre con dos escenarios definidos: una plaza con protesta pacífica, exigiendo la renuncia del gobernante y del Congreso, y otro marcado por la ira, la confusión y una represión en exceso de las fuerzas policiales contra estudiantes y medios de comunicación independientes.
La decisión extrema de Giammattei, de invocar la intervención de la OEA y catalogar las manifestaciones como 'Golpe de Estado', enfureció más a quienes abarrotaron la Plaza por otros dos sábados consecutivos (28 de noviembre y 5 de diciembre) para exigir la salida de un presidente que no los representa, según las consignas de las movilizaciones, no solo en la capital sino en varios departamentos.
Incluso, después de zanjadas las diferencias con su vicepresidente Guillermo Castillo, quien lo conminó a renunciar juntos por el bien del país, y el anuncio conjunto de acceder a algunas peticiones de los manifestantes de la Plaza como el cierre del Centro de Gobierno, la apertura al diálogo sobre el presupuesto y la revisión del trabajo de sus ministros, habrá que esperar para ver si logran calmar el descontento acumulado.
'Eso es solo la punta del iceberg. Lo que se cuestiona en el fondo es todo lo que puede hacer una aplanadora de diputados de diferentes bancadas, agrupados por intereses económicos, políticos y de impunidad, al amparo del presidente del Gobierno en un movimiento tectónico que comenzó durante el gobierno de Jimmy Morales', resumió el periódico digital Plaza Pública sobre el convulso escenario de cierre de 2020 y bienvenida al nuevo año.
arb/mmc
*Corresponsal jefa de Prensa Latina en Guatemala
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Guatemala 2020 a la manera de Alejandro Giammattei
29 de diciembre de 2020, 1:8
Por Maitte Marrero *
Guatemala (Prensa Latina) Guatemala despide un 2020 definido por la pandemia de la Covid-19, pero sobre todo por la primera crisis política y social del gobierno de Alejandro Giammattei, quien vio irse al piso su popularidad en corto tiempo.
'Vamos por una Guatemala diferente' fue el lema que le dio en agosto de 2019 una victoria 'sonada' en segunda vuelta electoral por ser la de mayor abstención de votos en la historia democrática de este país.
El 14 de enero, Giammattei tomó posesión con el compromiso de luchar contra la pobreza, la desnutrición, las maras y las prácticas corruptas como ejes principales de su mandato de cuatro años, a la par de promover una pospuesta reforma educativa y recuperar la confianza en las instituciones del Estado como herencia de su antecesor, Jimmy Morales.
A su manera -parodiando el título de la famosa canción que presidió la entrada a la ceremonia protocolar-, agradeció la confianza depositada en las urnas y dijo honrarla con esfuerzo y dedicación para ser recordado 'por escuchar a todos' y 'trabajar para todos'.
'Y si nos juntamos, y si dejamos que nuestro amor por Guatemala sea quien dirija nuestras decisiones, y si en vez de mirar atrás vemos hacia delante, y si juntos definimos el camino que de una vez por todas nos lleve a la construcción de una Guatemala diferente', pidió el curtido político de 63 años, un ruego que a la larga se vio obligado a repetir en múltiples ocasiones.
Su discurso de mano dura contra las pandillas lo concretó bien temprano con el envío al Congreso de una polémica iniciativa de ley para declararlas como grupos terroristas y poco después decretar varios Estados de prevención, al punto de gobernar bajo esa figura en los primeros meses.
Pero un enemigo silencioso -sin partido político, clase social, ni ideología- llegó en marzo para trastocar todos los planes y sacar poco a poco a la luz la cara de un gobierno que quedó oculta bajo los aplausos y la euforia del 14 de enero en el teatro Miguel Ángel Asturias.
Era, y es aún, el llamado nuevo coronavirus SARS-CoV-2, la gran pesadilla de casi todos los presidentes a nivel mundial y más para el guatemalteco, médico de profesión.
Aunque ya desde febrero se venía monitoreando la incidencia mundial de la Covid-19, fue pasado el mediodía del viernes 13 de marzo cuando el jefe de Estado anunció en cadena nacional la entrada al país de la enfermedad en un joven de 24 años, proveniente de Europa.
Dos días después ocurría la primera muerte, otra persona mayor de 60 años, del mismo destino, y el 16 de marzo el Gobierno imponía un cierre de todas las fronteras para intentar contener la transmisión.
Entre marzo y abril el país se detuvo y, por mandato presidencial, se suspendió el curso escolar y la mayoría de actividades sociales, incluidas las procesiones de Semana Santa, algo inimaginable. Las calles vacías en la noche eran el preludio del huracán: la debacle económica, miles de contagios y de muertes.
Las restricciones a la movilidad durante abril y mayo se sintieron en el empleo y evidenciaron rápidamente el secreto a voces de ser uno de los países con mayor desigualdad en la distribución de la riqueza y población en la informalidad (80 por ciento).
Conforme iban creciendo los contagios, la comida escaseó en muchos hogares pobres y comenzaron a verse las primeras banderas blancas, una señal de que Guatemala tenía hambre.
En un inicio las imágenes llegaban desde comunidades y aldeas remotas, pero después invadieron las principales arterias de la ciudad, donde familias completas salían a pedir ayuda junto a las que ya tradicionalmente lo hacían en los semáforos.
De pronósticos iniciales de 3,5 por ciento de crecimiento económico, el Banco Central comenzó a dudar del salto en la medida en que crecía la magnitud de la enfermedad y sus daños colaterales con el corte del ciclo de producción, distribución, intercambio y consumo de servicios.
Recién anunció que la contracción será del -1,5 por ciento, una cifra negativa desde los tiempos del conflicto armado interno y el optimismo lo aplazan para 2021, cuando confía la recuperación a la entrada en escena de una vacuna, aunque su fecha más cercana apunta a marzo.
Como ante otras catástrofes, el apoyo solidario de los guatemaltecos creció ante la demora del Ejecutivo para implementar un millonario paquete de ayuda aprobado por el Congreso en función de combatir la pandemia y paliar su impacto económico en las poblaciones más vulnerables.
Los fondos dieron vida a 14 programas sociales enfocados en subsidios a servicios básicos, trabajadores, al empleo, la pequeña y mediana empresa, al adulto mayor… Sin embargo, al concluir la sexta prórroga del Estado de Calamidad Pública a finales de septiembre, solo seis ejecutaron sus recursos al 100 por ciento, llovían los indicios de corrupción y la ciudadanía comenzó a cuestionar con más fuerza a Giammattei sobre el destino de la ayuda.
Una pregunta reiterada a viva voz marcó en el despertar de las protestas en la Plaza durante agosto último: ¿Dónde está el dinero? Sobre todo, cuando el depauperado sistema sanitario público explotó por la sobrecarga de pacientes, más de mil diarios y con 0,4 médicos por cada mil guatemaltecos.
La ineficacia del Ministerio de Salud Pública fue más evidente que nunca, incluso para dotar a sus médicos de los más elementales recursos de protección y pagarle los salarios conveniados, además de falta de medicamentos, poca transparencia en el manejo de los datos públicos y denuncias de corrupción en la compra de pruebas de Covid-19.
Por mucho que trató de acuerpar a su ministro Hugo Monroy, el jefe de Estado se vio obligado a sustituirlo en junio y nombrar como sucesor a Amelia Flores, quien encaminó a su favor las relaciones con los medios de comunicación y trabajó de conjunto con la Comisión Presidencial de Atención a la Emergencia en la creación de los protocolos para la reapertura paulatina a finales de julio.
EL ESTALLIDO DE LA PLAZA
Si bien el 15 de agosto los guatemaltecos se plantaron sin miedo en la capitalina Plaza de la Constitución para expresar el descontento contra el manejo de los fondos por parte de Giammattei y sus rasgos autoritarios de gobierno, el despertar ciudadano -como en 2015- ocurrió el sábado 21 de noviembre.
El detonante del rechazo generalizado fue la aprobación del Presupuesto 2021 por el Congreso en la madrugada del miércoles 18 de noviembre, de urgencia nacional, sin margen para su análisis y evidente muestra de arreglos a favor del clientelismo y la opacidad en la distribución de los recursos, como denunció un pequeño grupo de oposición, pues no hubo oportunidad para debate.
La Presidencia, por su parte, también contribuyó a encender la chispa de un malestar social en apariencia dormido. Disímiles organizaciones civiles, estudiantiles, religiosas, e incluso la Cámara Empresarial y el propio vicepresidente, pidieron a Giammattei su veto al cuestionado plan de gastos y este salió en una oportunidad para defenderlo y en otra, para confirmar que lo aprobaría.
La convocatoria a la protesta corrió rápido en las redes sociales como las llamas en el Congreso que dieron la vuelta al mundo ese histórico 21 de noviembre con dos escenarios definidos: una plaza con protesta pacífica, exigiendo la renuncia del gobernante y del Congreso, y otro marcado por la ira, la confusión y una represión en exceso de las fuerzas policiales contra estudiantes y medios de comunicación independientes.
La decisión extrema de Giammattei, de invocar la intervención de la OEA y catalogar las manifestaciones como 'Golpe de Estado', enfureció más a quienes abarrotaron la Plaza por otros dos sábados consecutivos (28 de noviembre y 5 de diciembre) para exigir la salida de un presidente que no los representa, según las consignas de las movilizaciones, no solo en la capital sino en varios departamentos.
Incluso, después de zanjadas las diferencias con su vicepresidente Guillermo Castillo, quien lo conminó a renunciar juntos por el bien del país, y el anuncio conjunto de acceder a algunas peticiones de los manifestantes de la Plaza como el cierre del Centro de Gobierno, la apertura al diálogo sobre el presupuesto y la revisión del trabajo de sus ministros, habrá que esperar para ver si logran calmar el descontento acumulado.
'Eso es solo la punta del iceberg. Lo que se cuestiona en el fondo es todo lo que puede hacer una aplanadora de diputados de diferentes bancadas, agrupados por intereses económicos, políticos y de impunidad, al amparo del presidente del Gobierno en un movimiento tectónico que comenzó durante el gobierno de Jimmy Morales', resumió el periódico digital Plaza Pública sobre el convulso escenario de cierre de 2020 y bienvenida al nuevo año.
arb/mmc
*Corresponsal jefa de Prensa Latina en Guatemala
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