Este país francoparlante del occidente africano está sumergido en una crisis intermitente con rasgos violentos a ratos, tras la suspensión de las elecciones generales, señalas para celebrarse a fines de febrero pasado.
Aquella decisión del mandatario disparó una ola de críticas y protestas callejeras en las cuales murieron tres personas y decenas resultaron heridas o fueron arrestadas en un clima de tensiones políticas por la condena a dos años de cárcel del opositor Ousmane Sonko, acusado de corrupción.
Sall apoyó la posposición de la consulta en “divergencias en las listas electorales”, pero la argumentación resultó insuficiente y el crispamiento permaneció hasta que resultó aconsejable cambiar el rumbo, como evidenció la víspera la promulgación de una amnistía para los detenidos durante los disturbios.
En ese contexto el mandatario disolvió el gabinete para allanar el camino a la postulación a la presidencia de su primer ministro, Amadou Ba, miembro de la coalición Benno Bokk Yakaar (Unidos en la Esperanza, en lengua autóctona wolof),
Entre las principales interrogantes prevalecientes ahora aparecen, como la principal, si el Consejo Constitucional aprobará la nueva fecha o propondrá otra.
En la esquina de los optimistas aparecen quienes apoyan el anuncio presidencial en tanto termina con un lapso de inquietud y neutralizan el desagrado popular por la alegada intención del presidente de alargar su mandato de manera ilegal.
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