Por Fady Marouf, corresponsal jefe
La nación, con una superficie superior a los 180 mil kilómetros cuadrados, constituye una mezcla compleja de grupos sectarios y étnicos que viven en diferentes regiones del país.
La guerra que asola el país desde 2011 ha puesto en peligro esta convivencia entre los espectros de la sociedad siria, en medio de llamamientos a conservar esta multiplicidad.
Los musulmanes suníes constituyen la abrumadora mayoría de la población de Siria, superando hoy el 80 por ciento, presentes en casi todo el territorio del país, particularmente en Damasco, la capital, y en las ciudades de Alepo, Hama, Homs, Raqa, Deraa y Deir Ezzor, así como en zonas rurales en torno a dichas importantes ciudades y otras localidades, donde contribuyen principalmente a la vida económica y social.
El islam suní en Siria siempre ha sido moderado, sin embargo, han surgido durante el conflicto muchas corrientes extremistas, en particular en las provincias que han estado bajo control de los grupos opositores al gobierno durante la guerra.
La secta alauita constituye la segunda más grande en Siria y representa alrededor del 12 por ciento de la población total. Los alauíes se concentran en las zonas costeras del país, especialmente en las provincias de Latakia y Tartus.
También hay un porcentaje menor de este grupo en las gobernaciones de Homs y Hama.
A pesar de su reducido número en comparación con los sunitas, los alauitas ocupaban durante el gobierno de Hafez Al-Assad y su hijo Bashar, desde 1970 hasta finales de 2024 importantes cargos, lo que los ha convertido en el foco de atención en diversos contextos políticos y económicos.
Los cristianos componen el tercer grupo religioso en Siria y constituían el 8 por ciento de la población antes de 2011, pero su número ha disminuido significativamente, de modo que ahora suman menos de un millón de personas con un dos por ciento de la población.
Esta secta se concentra en las gobernaciones de Alepo, Hasakah, Damasco, Homs y Tartus, que son ciudades históricas que contienen un gran número de cristianos y sufrieron los efectos de la guerra y el desplazamiento.
La disminución de su número plantea un desafío importante en el contexto de los cambios demográficos en el país.
El porcentaje de los monoteístas drusos en Siria se estima en alrededor del tres por ciento de la población total, y se concentran principalmente en las gobernaciones de Sweida, Damasco-campo, Idlib y Quneitra.
Los drusos son conocidos por su peculiaridad religiosa y cultural. Se les considera una de las sectas más pequeñas en número, pero desempeñan un papel influyente en los equilibrios sociales y políticos de sus regiones.
La diversidad en Siria no se limita únicamente a dimensiones sectarias, sino que se extiende para incluir la diversidad étnica. Los árabes constituyen la gran mayoría de la población del país y están repartidos por toda Siria.
Les siguen los kurdos, cuyo número oscila entre dos y tres millones de personas, y se concentran en las regiones del norte y nordeste de Siria como Hasakah, Qamishli, Ain Al-Arab y Afrin, y en barrios de Damasco y Alepo.
En cuanto a los turcomanos, se concentran principalmente en las regiones del norte, especialmente en Jabal Al-Turkman en Latakia, cerca de la frontera turca, además de Alepo, Idlib y Tartus.
Con respecto a los armenios, su número disminuyó significativamente después de 2011, de unos 100 mil a unos 15 mil, y estaban distribuidos en las ciudades de Alepo, Qamishli, Ain al-Arab y Damasco.
Siria, con su diversidad sectaria y étnica, representa un modelo único de multiculturalismo, pero esta diversidad enfrenta grandes desafíos debido al conflictos en curso y los cambios demográficos resultantes de la guerra.
La cuestión de cómo preservar esta diversidad y respetar los derechos de todas las sectas y etnias en el futuro sigue siendo una de las cuestiones más importantes que deben abordarse en cualquier proceso político para lograr la paz en el país.
jcm/fm