El Ministerio de Asuntos Exteriores y Expatriados afirmó en un comunicado que esas acciones representan una flagrante violación del derecho de los ciudadanos a la libertad de culto.
Además, constituyen una extensión de la agresión contra nuestro pueblo y un intento de introducir por la fuerza cambios en la realidad política, histórica y jurídica existente en Jerusalén Este, denunció.
La Cancillería afirmó que las autoridades del vecino país tienen como objetivo final demoler ese templo musulmán y levantar allí uno judío.
La Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo representa desde hace décadas un punto de fricción clave en el conflicto israelo-palestino.
Venerado por cristianos, musulmanes y judíos, el lugar forma parte de la ciudad vieja, ubicada en la parte oriental de la metrópoli, ocupada por el ejército de Israel durante la guerra de 1967.
Los musulmanes, y en especial los palestinos, afirman que la visita de los israelíes es una provocación y un intento de judaizar el complejo, así como del resto de la zona oriental.
Según los acuerdos alcanzados hace décadas, a los judíos solo se les permite visitar el sitio con numerosas condiciones, pero no rezar.
Sin embargo, bajo la creciente presión de los sectores de la derecha y ultraortodoxos, aumentó el número de fieles de esa religión que intentan orar allí.
Esa comunidad realiza sus plegarias en el muro occidental, conocido en Occidente como Muro de los Lamentos o de las Lamentaciones, que constituye una barrera exterior de la explanada y representa el único vestigio del segundo templo bíblico, construido por el rey Herodes.
Ante el aumento masivo en el número de visitantes y la lenta expansión de la oración judía en el sitio, las autoridades musulmanas y palestinas denuncian que Israel intenta cambiar el statu quo.
El ejército israelí ocupó la zona oriental de la metrópoli en 1967, y desde entonces mantiene bajo su control el territorio, pese a varias resoluciones sobre el tema del Consejo de Seguridad.
De hecho, en 1980 las autoridades del país declararon a toda la urbe como su capital eterna e indivisible, una postura rechazada por la comunidad internacional.
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