La Habana Vieja constituye escenario obligado para el caminante. Espacio de muchos encantos, con calles estrechas, edificios antiguos, contradicciones al paso, pero siempre un encanto a flor de piel, de ahí su supremacía en la industria turística cubana.
Uno de los ejemplos más fehacientes de tal axioma lo constituye la tradición, casi religiosa, de que cada aniversario de la ciudad, fundada el 19 de noviembre de 1519, desde las 12 de la noche, miles de personas se dan cita alrededor de una ceiba para rodearla y pedir augurios.
Esa tradición incluye religiosos de diferentes tendencias, pero también ateos con una sonrisa en los labios, dispuestos a realizar el rito, y pedir su deseo, aunque no se le cumpla.
Y se suman a esa tradición, junto a los cubanos, viajeros de todo el mundo, que además disfrutan los espacios, las calles, los establecimientos turísticos y sobre todo el carácter de los citadinos (más del 90 por ciento de los extranjeros de paso visitan La Habana Vieja).
Esa ceiba, ahora una sustituta, está en el mismo lugar donde el árbol primigenio indicó la fundación de la capital, luego de una peregrinación desde el sur de la ínsula, para ocupar sitio más apropiado, nombrado entonces Puerto Carenas, actual Bahía de La Habana.
La Villa de San Cristóbal de La Habana es puro bullicio. Y es más bulliciosa desde el lejano 1515 cuando estuviera en la costa sureña. Significó puerto de trasiego de muchas mercancías, ahora especial enclave recreativo, con planes para completar la zona de lugares de atractivo suficiente para el viajero interesado en temas histórico-culturales.
Acumula interesantes contrastes, como un auténtico color cubano, centro de la escala de las riquezas de la flota española en su viaje hacia la metrópoli. Con bien conservadas fortalezas coloniales y su Templete, recinto y jardín que acordonan a la ceiba primigenia.
Resultó por tantos atractivos invadida en 1555 por piratas y en 1792 por la flota inglesa, que destacó el espíritu guerrero como el del criollo Pepe Antonio, quien desde su Guanabacoa, del otro lado de la Bahía, enfrentó a los conocidos como Casacas Rojas.
La capital cubana es algo más, pero La Habana Vieja, sobre todo su espíritu, su repique en imágenes y semejanzas, en diferencias y aciertos, constituye eje promisorio de vida.
Ubicada La Habana en los 23 grados y nueve minutos de latitud norte y los 82 grados y nueve minutos de longitud oeste, esa referencia para un GPS ahora aporta a los turistas la posibilidad de marcar la exactitud de una imagen tomada entre sus calles, museos y sitios de interés.
Entre el Estrecho de La Florida y el resto de las provincias que la rodean, como Artemisa y Mayabeque, aflora desde el inicio de un viaje exigente a Cuba.
La Habana, en su conjunto, alcanza 732 kilómetros cuadrados y posee 15 municipios de los cuales nueve son totalmente urbanos, de ellos 4,5 kilómetros cuadrados abarcan la parte vieja, la más interesante (2,5 kilómetros cuadrados son los más visitados).
Es una ciudad muy musical, rítmica, emporio de la conocida mundialmente salsa, trono indiscutible actual para el son. Sus calles descubren, sobre todo en la parte añeja, el motivo por el cual la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) la declarara en 1982 Patrimonio Cultural de la Humanidad.
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