Dimitió tras una prolongada reunión con la presidenta Dina Boluarte ante la prensa en el Palacio de Gobierno, a donde llegó directamente tras arribar de Canadá, donde cumplía una misión oficial que dejó al ser convocado por la mandataria ante el escándalo.
Negó la versión de la joven beneficiaria de sus afanes, Yaziré Pinedo, de que en la alegada conjura participó Nicanor Boluarte, hermano de la mandataria. En un discurso preparado que leyó para la ocasión, Otárola rechazó que haya gestionado, según denuncias periodísticas, un empleo temporal altamente remunerado en un ministerio, en medio de afanes amorosos, lo que mostró un audio difundido por una televisora.
Sostuvo que la publicación es fruto de un complot que atribuyó al expresidente Martín Vizcarra y reivindicó lo que considera logros del Gobierno durante su desempeño como Presidente del Consejo de Ministros, nombre oficial del cargo.
Incluyó en su balance, casi con orgullo, la represión a las grandes protestas sociales contra el ascenso de Boluarte a la presidencia, que dejaron un saldo de 50 muertos y alertó contra lo que llamó retorno de los violentistas.
El renunciante calificó como un riesgo para la democracia al político nacionalista radical Antauro Humala, tras lo cual anunció que desde la próxima semana saldrá a las calles “a defender la democracia y enfrentar al fundamentalismo violentista que no deja gobernar al país”.
Otárola confirmó los rumores sobre su enemistad con el canciller, Javier González-Olaechea, al calificarlo como “desubicado” y “majadero” por anunciar horas antes en un acto interno de la Cancillería un relanzamiento del Gobierno con reformas, algo que Otárola sostuvo que debía anunciar él.
La renuncia del primer ministro arrastra la de todos los integrantes, por lo que el nuevo jefe de Gobierno deberá proponer a la presidenta los cambios o ratificaciones de titulares que considere pertinentes.
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