El bloqueo de los nexos entre los dos estados gravita de manera negativa sobre el proyecto petrolero que los une a través del oleoducto que sale del campo de Koulele, en Níger, y desemboca en el puerto de Seme, sureste beninés, apadrinado por la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC)
Al presente por el ducto transitan alrededor de 20 mil barriles de petróleo por día, extraídos de los yacimientos administrados por la CNPCV en la cuenca del Cuenca del Rift Agadem, menos de la cuarta parte de los 90 mil para los cuales fue concebida la instalación.
La frialdad en las relaciones entre los dos países vecinos mantiene cerrada la frontera común y no muestra indicios de desbloqueo.
Días atrás el presidente beninés, Patrice Talon, se quejó de que su ministro de Minas, Samou Seidou Adambi, no pudiera entregar un mensaje suyo al mandatario provisional nigerino, Abdourahmane Tchiani.
El primer ministro nigerino, Lamine Ali Zeine, reaccionó con una declaración el sábado pasado en la cual recuerda que el titular beninés se entrevistó con su par nigerino y explica que actividades comprometidas con antelación por el presidente Tchiani le impidieron recibir al visitante.
A pesar del humo generado por la sorda guerra de declaraciones entre Niamey y Cotonou, resulta evidente que el cierre de la frontera y las turbulencias en los nexos bilaterales son las causas más tangibles del diferendo.
El criterio se basa en declaraciones del presidente beninés en las cuales deja sentado que el normal funcionamiento del oleoducto requiere un marco de relaciones normales y, de paso, exhortó a la reapertura de la frontera común.
Níger parece reacia a satisfacer esa demanda ya que el presidente del gobierno provisional subrayó que la clausura del límite geográfico obedece a razones de seguridad.
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