Este movimiento sin precedentes en la nación africana se desarrolla, sobre todo, en su litoral, donde es notoria la escena cultural actual de Dar es Salam, sede de gobierno y centro del poder político.
Bañada por el Océano Índico, Tanzania resguarda esta misteriosa joya de ciudad, donde el residente puede vivir y, además, perfectamente dejarla pasar desapercibida sin descubrirla, pero no quedará indiferente si da con los rincones que aguarda tan espectacular paraíso y portento de la naturaleza.
No solo hay que prodigar las maravillas naturales, sino las creadas por el hombre con su talento, aquí entran los recitales de poesía, exposiciones de artistas contemporáneos, conciertos en idílicos jardines, proyecciones, talleres, así como espacios de danza.
Modernos garitos -tugurio o casa de mala fama- de fiesta al pie de la playa copan el panorama artístico en un proceso de expansión y modernización de la principal ciudad tanzana.
En 1886 el sultán Sayyid Majid, de Zanzíbar -natal del ídolo del rock Freddie Mercury-, le dio el nombre a Dar es Salam, traducida del suajili como «el hogar de la paz» y la histórica mezcla de culturas entre Oriente Medio y la India moldearon su entorno multiétnico.
Popularmente conocida por los safaris y los masáis, esta metrópoli brinda una experiencia musical con el Jumatano Groove que, traducido al español, es «ritmos del miércoles», un plan ideal para los amantes de la música e iniciativa del centro cultural histórico Alianza Francesa.
Aquí los asistentes se regodean con prominentes figuras musicales, como la keniana Akoth Jumadi, quien utiliza el arte del perfomance.
El Instituto Goethe es de igual forma testigo de encuentros culturales el penúltimo viernes de cada mes, donde el foráneo puede disfrutar del vibrante pulso de la música tanzana gracias al Midundo Chipkizi o «danzas hermosas», un evento que sirve como principal plataforma de la ciudad para músicos emergentes y talentos destacados de Tanzania.
Las pinturas de Tingatinga, una tienda de arte y centro cultural en el barrio de Oyster Bay, un paseo a través del arte moderno y contemporáneo, el disfrute del cine. Lo que encontramos en Dar es Salam se traduce en tesoro, no escondido como los de aventuras de piratas, pero sí por descubrir del todo.
Más que un lugar turístico, estos parajes provocan una sensación de estar rodeado por los cuatro costados de vivos colores, como el antes mencionado arte tingatinga, un estilo creado por el pintor Edward Saidi Tingatinga, el cual lo hizo internacionalmente reconocido.
La galería Rangi acoge talleres, eventos y exposiciones de todo el mundo, la mayoría de la local Nasma Mzee, quien protagoniza una plataforma interactiva que reúne a creadores del patio y a entusiastas del arte internacional, mucho más allá de la mera compra venta.
Si se piensa en baile y en África, el imaginario colectivo nos lleva a un solo puerto: máscaras tribales, ropas coloridas y raíces.
Pero en Dar es Salam todos esos estereotipos se derrumban al conocer la labor de ASEDEVA (arte para el desarrollo social y económico en África), una compañía de danza, música y teatro sin ánimo de lucro con el objetivo de organizar eventos y capacitaciones culturales para artistas.
También deviene espacio para actividades sobre artes escénicas, sonoras y visuales de Tanzania en beneficio de la comunidad en su conjunto.
Para el Séptimo Arte hay lugar en África y como broche de oro para este recorrido cultural no puede faltar Ajabu Ajabu, una (autodefinida) galería audiovisual en el barrio de Mikocheni, salvada por un grupo de jóvenes tanzanos que busca promover, producir y presentar las diferentes realidades del ámbito cinematográfico del país.
Inspiración, talento y buen gusto definen a uno de los únicos espacios de producción audiovisual de la ciudad, cuyos eventos son un deleite para el público, justo para terminar el periplo cultural por este empíreo africano en la costa junto al océano.
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