En reunión efectuada con autoridades de esa cartera, encabezadas por el vicetitular Luis Rodrigo Carrillo, la legisladora subrayó que esta representación artística del municipio Rabinal resulta la de mayor significado, entre más de 50 tradicionales.
Ante la presencia de representantes de la Cofradía del Palo Volador de Baja Verapaz, pidió además fondos para asegurar la preservación de tales prácticas, que requieren una inversión importante para su continuidad, remarcó.
“Es crucial que estas actividades no desaparezcan por falta de recursos”, aseveró la diputada del bloque Unidad Nacional de la Esperanza (UNE).
La danza de profundas raíces mayas, de acuerdo con estudiosos, guarda relación con el Popol Vuh, el libro sagrado de los pueblos quiché, que narra la historia de los hermanos Jun Batz y Jun Ch’owen.
Ambos fueron convertidos en monos después de intentar asesinar a sus gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, un mito reflejado de generación en generación en el Palo Volador.
Los participantes, vestidos como esos animales y jaguares, ejecutan movimientos al compás de la marimba, mientras se suspenden desde lo alto de un tronco.
El proceso incluye un ritual del Fuego Sagrado, en el que los bailarines y miembros de la comunidad solicitan a la naturaleza que les ayude a escoger el árbol adecuado para la ceremonia.
Después de cortarlo, decenas o cientos de hombres lo bendicen y transportan al lugar de la celebración, en un acto que simboliza la unidad en la vida social de estos pueblos.
Lo colocan erguido frente a la iglesia del municipio, enterrado a tres metros de profundidad, en la punta le hacen una horqueta, donde dos personas se sientan para ayudar a los danzantes a la hora de colocarse los lazos y tirarse al vacío.
Este singular baile impregna de colores especiales en diferentes fechas también a los municipios de Chichicastenango, Joyabaj, Quiché y Cubulco, en Baja Verapaz, en todos durante las fiestas patronales.
npg/znc