Según la última actualización epidemiológica publicada este viernes por el organismo sanitario, esto representa cinco casos y dos decesos adicionales desde el anterior informe de la OPS/Organización Mundial de la Salud (OMS) emitido el pasado 29 de julio.
Los 38 casos fueron registrados en cinco países de la región: Bolivia (siete casos, incluidas tres defunciones), Brasil (tres y dos, respectivamente), Colombia (ocho y cinco), Guyana (dos) y Perú (18 y nueve).
Los casos fueron notificados principalmente a lo largo de la región amazónica de Bolivia, Perú, Brasil, Colombia y Guyana.
De acuerdo con los expertos, en las Américas el riesgo de ocurrencia de brotes de fiebre amarilla es alto.
Si bien la inmunización es una de las intervenciones de salud pública más exitosas para prevenir esta enfermedad, la mayoría de los casos registrados durante el 2024 no tienen antecedentes de vacunación.
Ante este panorama la OPS/OMS alienta a los Estados Miembros con áreas de riesgo para fiebre amarilla a que continúen con sus esfuerzos para fortalecer la vigilancia y la vacunación en zonas endémicas.
Advierten de la necesidad de que los países garanticen coberturas de vacunación mayores o iguales al 95 por ciento en las poblaciones de áreas de riesgo de forma homogénea y que las autoridades sanitarias aseguren contar con un inventario de reserva estratégico que les permita mantener la vacunación de rutina y al mismo tiempo responder a eventuales brotes.
La fiebre amarilla es una grave enfermedad viral hemorrágica que representa un desafío para el profesional de la salud, pues requiere un reconocimiento temprano de signos y síntomas, que a menudo son inespecíficos y pueden simular otros síndromes febriles agudos.
Estudios clásicos sobre la historia natural de la enfermedad muestran que esta se caracteriza clínicamente por tres fases: de infección, con temperatura corporal elevada; de remisión, con la presencia de albuminuria; y tóxica, con manifestaciones hemorrágicas y signos y síntomas de insuficiencia hepática aguda, como ictericia y encefalopatía hepática.
Aún no existe un tratamiento específico para la fiebre amarilla, por lo tanto, la detección temprana de casos sospechosos o confirmados, el monitoreo de signos vitales, las medidas de soporte vital y el manejo de la insuficiencia hepática aguda continúan siendo las estrategias recomendadas para el manejo de casos.
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