La sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Nueva York, acogerá la tercera cita en torno al mecanismo ratificado por 73 países, y entidades niponas acordaron mandar a un grupo de jóvenes como embajadores de la paz.
Estos representantes de las nuevas generaciones viven en las ciudades afectadas por los bombardeos atómicos y son considerados idóneos para pedir la eliminación de las armas nucleares.
De acuerdo con la corporación japonesa de medios NHK, los jóvenes participarán en la reunión en Estados Unidos y, además, en otros debates y eventos relacionados con el mismo tema.
La organización nipona de supervivientes de las bombas atómicas Nihon Hidankyo, distinguida recientemente con el Premio Nobel de la Paz, informó que planea mandar a la reunión a dos víctimas de la bomba atómica con el propósito de reiterar la necesidad de abolir las armas nucleares.
La decisión de Estados Unidos de dejar caer bombas atómicas sobre las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente, ha sido cuestionada durante años por numerosos historiadores.
Tal disposición la adoptó el gobierno norteamericano al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando la contienda ya estaba casi ganada por los Aliados.
Sin dudas, la masacre determinó la rendición incondicional de Japón; pero el costo humano se sigue pagando todavía.
Aproximadamente 66 mil personas perdieron la vida en Hiroshima al instante de la explosión del 6 de agosto de 1945; mientras en Nagasaki, tres días después, la cifra se aproximó a 70 mil.
Cientos de miles de pobladores -la mayoría mujeres y niños- murieron con el tiempo a consecuencia de la radiación.
En Japón, cada año, en esas fechas, a la hora local exacta de la explosión, se guarda un minuto de silencio y, luego, se depositan ofrendas de flores y agua en memoria de los fallecidos y los sobrevivientes.
Muchos de ellos, en los días posteriores a la tragedia, pedían desesperadamente agua para calmar la sed generada por tantas quemaduras internas y externas, de ahí que el líquido vital se haya convertido en un símbolo de aquel triste momento.
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