Los compatriotas estuvieron todo el viaje esposados, encadenados y hambrientos, según comunicó Socorro Francia, secretaria de Derechos Humanos del estado de Ceará (nordeste), después de hablar con algunos repatriados.
«Estaban encadenados, esposados, pero cuando bajaron del avión ya estaban sueltos. Vinieron muy heridos emocionalmente, porque por el informe comunicado, a través de todos ellos que estaban en ese vuelo, sufrieron mucho», afirmó Francia.
Tras aterrizar en tierras de Ceará, los deportados pasaron por una atención ofrecida por el aeropuerto de Fortaleza, capital estadual.
Durante el proceso de selección, se informó a las autoridades locales sobre los casos de maltrato en vuelo.
«El Gobierno del estado les dio la oportunidad de bajar sin esposas, sin cadena en los pies, que reciban comida, agua, kit de higiene y un tratamiento humanizado», certificó la secretaria.
Además, se confirmó la presencia de muchos niños en este segundo vuelo desde el comienzo de mandato de Donald Trump en Estados Unidos.
«Nos preocupamos por su estado (de los coterráneos). Tenían hambre, no comieron. Solo lo hicieron después de desembarcar», apuntó la funcionaria.
En el primer vuelo con deportados brasileños, el 25 de enero, 88 personas aterrizaron en Manaos, capital del norteño estado de Amazonas, y el día siguiente siguieron viaje al municipio Confins (Minas Gerais (sudeste).
También este viaje tuvo una repercusión negativa por la mala atención dada por el Gobierno estadounidense a los pasajeros.
Llegaron a Brasil esposados y afirmaron haber sufrido agresiones durante el vuelo.
Ante los hechos, el Ministerio de Relaciones Exteriores anunció el 29 de enero la creación de un grupo de trabajo con la Embajada de Estados Unidos para intercambiar información sobre los nacionales deportados.
Según la Cancillería, la medida pretende garantizar «la seguridad y el trato digno y respetuoso de los pasajeros».
Tal propuesta afloró en una reunión del presidente Luiz Inácio Lula da Silva con ministros en el Palacio del Planalto, capitalina sede del Poder Ejecutivo.
Durante el encuentro, Lula también autorizó la creación de un puesto de acogida en el aeropuerto de Confins.
En aquella oportunidad, Brasil calificó la situación de inaceptable y, de acuerdo con la Casa Blanca, el uso indiscriminado de esposas y cadenas viola los términos, que prevé el trato digno, respetuoso y humano de los repatriados.
La Administración brasileña considera inadmisible que las condiciones acordadas con Estados Unidos no sean respetadas.
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