jueves 27 de marzo de 2025
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Larga y trágica historia de incendios forestales en Chile (+Foto)

Santiago de Chile, 12 feb (Prensa Latina) Chile atraviesa hoy por un agudo período de incendios forestales, sin tregua en la zona centro sur del territorio, y que constituyen un fenómeno recurrente en la historia del país.

Por Amílcar Morales

Desde el fin de semana los fuegos se multiplican sobre todo en las regiones de La Araucanía y el Biobío, donde las autoridades emitieron varias alertas de evacuación con el objetivo de proteger a la población.

En las últimas horas el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres reiteró la orden de salir a los habitantes de algunos sectores en las comunas de Los Ángeles y Los Álamos, en el Biobío, debido a la cercanía de las llamas a lugares poblados.

El organismo insta a las personas a acatar los llamados, llevar consigo solamente los objetos indispensables, así como no abandonar a sus mascotas en caso de poseerlas.

Son escenas que han marcado a varias generaciones a lo largo de cientos de años, sobre todo en estas áreas caracterizadas por extensos bosques y donde la industria forestal está asentada y provoca cambios drásticos en el entorno natural.

La memoria llega hasta épocas muy remotas, si bien fue apenas en 1964 cuando en Chile se comenzó a llevar un recuento pormenorizado de los siniestros, sus eventuales causas, los efectos y la extensión territorial perdida.

Un estudio denominado Análisis espacio-temporal de incendios forestales en la región del Maule, hecho por los académicos Ignacio Díaz-Hormazábal y Mauro González, señala que, tras la llegada de los europeos a la zona, estos eventos comenzaron a ser más frecuentes.

El documento, publicado en la Revista Bosque, de la Universidad Austral de Chile, afirma que los colonizadores los utilizaban como una herramienta para despejar terrenos y establecer campos agrícolas y praderas con pastizales.

La práctica se acentuó en los primeros decenios del siglo XIX con el fin de abastecer de madera, leña y alimentos a las compañías mineras y salitreras en el norte Chico, actuales regiones de Coquimbo y Antofagasta, y más tarde para la exportación.

Otro testimonio está asentado en el libro Neruda, una minuciosa biografía de Volodia Teitelboim sobre el Premio Nobel de Literatura, donde describe la mirada del poeta siendo niño acerca del entonces poblado de Temuco, hoy capital de La Araucanía.

El bosque, narra, estaba en todas partes, como los castillos de tablas, los aserraderos, los carpinteros manejando el serrucho y la garlopa. Las nubes de virutas de aserrín transmitían por el aire el olor de los árboles recién cortados.

Y acto seguido agrega: otro fantasma, un fantasma rojo, amenazaba al pueblo y casi siempre atacaba en la oscuridad: el fuego. “Por la noche todos despertaban asustados a un grito: ¡incendio! El aldeón de tablas era casi tan combustible como el petróleo. Los siniestros solían devorar en un santiamén manzanas enteras”. Una descripción que, hecha hoy, no podría ser más exacta.

Con el paso del tiempo la situación no ha mejorado, porque nuevos factores se agregaron a los riesgos, casi todos derivados de la actividad humana, como el corrimiento de las fronteras urbanas, el calentamiento global y el monocultivo de especies como el pino y el eucalipto.

Los fuegos son cada vez más frecuentes y destructivos, sobre todo los de la última década, que han dejado huella en la historia.

Entre finales de 2016 y principios de 2017 las regiones de O’Higgins, Maule y Biobío fueron afectadas por megaincendios con más de 500 focos simultáneos en una extensión territorial de casi 500 kilómetros.

En condiciones de temperatura entre 35 y 40 grados Celsius y una humedad relativa inferior al 30 por ciento, el evento fue denominado como la “tormenta de fuego” y destruyó más de medio millón de hectáreas, dos mil 831 inmuebles y dejó 11 muertos.

Una tragedia similar ocurrió en Valparaíso del 2 al 3 de febrero de 2024, cuando las llamas en las comunas de Viña del Mar, Villa Alemana y Quilpué causaron 137 fallecidos, calcinaron miles de viviendas y dejaron decenas de miles de damnificados.

Para la actual temporada del verano austral se reforzaron al máximo las medidas de precaución y el equipamiento técnico para evitar nuevas catástrofes que, lamentablemente, casi siempre vienen de la mano del descuido, la malicia o la ambición humana.

oda/car/eam

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