Convocadas por colectivos feministas, trabajadoras, estudiantes, amas de casa, niñas, jóvenes y personas de todas las edades recorrieron las calles del centro de Quito, incluso pasaron cerca del Palacio de Carondelet, sede del Ejecutivo, que estaba totalmente vallado.
Estamos aquí en defensa de nuestros derechos, como un reclamo colectivo para exigir la erradicación de la violencia de género, la equidad laboral y la representación política en una sociedad que nos señala, dijo a Prensa Latina la estudiante Gabriela Chicaiza.

Muchas de las presentes llevaban carteles con críticas al presidente aspirante a la reelección, Daniel Noboa, a quien una de las presentes acusó de impulsar una administración nefasta, sin seguridad, sin salud, ni educación y que pretende vender los recursos de los ecuatorianos.
Una de las pancartas decía “Noboa, agresor de mujeres”, una afirmación que sale a la luz luego de que su exesposa lo acusara de violencia vicaria y la vicepresidenta, Verónica Abad, lo ha denunciado por todos los obstáculos legales en su contra.
No faltaron quienes exigieron políticas para frenar la violencia de género luego de que 2024 cerrara con 274 femicidios, según datos de la la Asociación Latinoamericana para el Desarrollo Alternativo (Aldea).

“Ni una menos, vivas nos queremos” se escucha varias veces durante el recorrido de la marcha que partió del parque El Arbolito y concluyó en la Plaza San Francisco, en el Centro Histórico de Quito.
Este 8 de marzo, para la mayoría de las participantes en la movilización más que un día de celebración es una fecha de resistencia, un recordatorio de que la lucha por la igualdad es constante y de que aún queda mucho por hacer.
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