El caso llama la atención, ya que, hasta ahora, las víctimas de los contrabandistas eran aves exóticas, colmillos de elefante, tortugas, serpientes, arácnidos, en fin, todo lo que corre, vuela y repta por las selvas, ríos y sabanas africanas, pletóricas de especímenes curiosos y únicos.
Los cuerpos del delito, nunca mejor dicho, son de una especie gigante color rojo, capturadas en el condado de Naukuru, sede de parques nacionales, hábitat de especies protegidas, en posesión de cinco mil monarcas, cuyo valor en el mercado negro puede alcanzar de miles de dólares.
Entre los encartados figuran dos adolescentes, de 18 y 19 años de edad, los cuales alegaron desconocer la ilegalidad de sus actos y que guardaban los insectos gigantes para coleccionarlos.
Pero la presidenta del tribunal fue inconmovible, y perspicaz, ya que el tráfico internacional de especies endémicas es una forma de expolio de las riquezas naturales de los países subdesarrollados, para su venta a coleccionistas en Europa y Asia, como parece ser el caso.
Sin pasar por alto que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, como dice el aplastante principio jurídico.
Ante el peso de la evidencia, y tal vez el tamaño de las hormigas, los abogados defensores de los fallidos traficantes anunciaron que no apelaran la sentencia, pues las posibilidades de ganar el caso son nulas.
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