La sonrisa no le cabe en el rostro. Los ojos, aún humedecidos por la emoción, no ocultan el fuego interno que lo consumió durante toda una temporada. Shai Gilgeous-Alexander, a sus 26 años, camina hoy entre gigantes: ha inscrito su nombre junto a Jordan, Bryant, LeBron.
El séptimo juego fue su obra maestra, su sinfonía perfecta: 29 puntos, 12 asistencias, 5 rebotes, dos tapones y un robo. En cada rincón del Paycom Center se siente su eco, como una tormenta suave y constante que nunca dejó de empujar.
No solo brilló en ataque. También defendió como si cada posesión fuera su última. Bloqueó a Haliburton, robó a Toppin, anuló a Siakam. Fue ancla y relámpago, martillo y escudo. Jugó como si supiera que el cielo se abría solo una vez.
SGA superó los 30 puntos en cuatro partidos de las Finales y alcanzó 15 encuentros con esa cifra en los playoffs, algo que solo Jordan, Olajuwon y Kobe habían hecho.
Es el quinto jugador en lograr al menos 20 puntos y 10 asistencias en un séptimo juego de Finales. Su temporada roza lo celestial: 20 o más puntos en 95 partidos para igualar a Su Majestad Jordan.
Oklahoma City, la ciudad que una vez heredó una franquicia sin historia propia, tiene ahora un héroe. No hay más fantasmas de Seattle, no hay más dudas: el Thunder se coronó campeón por primera vez desde su mudanza, y lo hace con el equipo más joven en medio siglo en alcanzar el Olimpo.
Shai Gilgeous-Alexander lo soñó, lo vivió, pero nunca imaginó que doliera tan bonito entre la algarabía y el respeto de sus rivales. Hoy abraza un trofeo y se convierte en símbolo, en leyenda, en emblema de una generación que aprendió a ganar jugando en ambos lados de la cancha.
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